Minificciones de Eliana Soza Martínez

Eliana Soza Martínez | Microrrelato | Bolivia

Eliana Soza Martínez es una escritora boliviana, forma parte del colectivo Internacional «Minificcionistas Pandémicos», es la autora del libro de cuentos «Seres sin sombra» y coautora del libro «Encuentros/Desencuentros». Su obra ha sido antologada en múltiples obras, entre ellas: Antología Iberoamericana de Microcuento (2017), Cuentos Fuera de Serie (2019), Escritoras bolivianas contemporáneas (2019), El día que regresamos: Reportes futuros después de la pandemia (2020), además, ha publicado en diferentes revistas literarias de latinoamérica. En esta ocasión, Eliana comparte su obra con el público salvadoreño. Sin más que agregar, te dejamos disfrutar de su literatura, recuerda que el arte no tiene fronteras.
Padre
Hoy, más que nunca, todo le recordaba al hombre que le dio la vida. Ni siquiera podía pronunciar la palabra padre. Nunca lo fue, por lo menos para ella. Sí para sus cinco hermanastros. Se odiaba al recordar como de pequeña imaginaba que él la rescataría de su miseria.
La última vez que lo vio ya era un anciano que no podía caminar y aun ahí la hirió reprochando su olvido, como todas las veces que tenían contacto. ¿Por qué lo seguía admitiendo en su vida? En el fondo era porque tenía la esperanza de ser amada y aceptada por aquel hombre.
Por eso, cuando logró convertirse en lo que él siempre soñó ser, lo llamó. Escuchó su tos seca que no lo dejaba hablar. Mejor, se dijo. Le restregó su triunfo como escritora, sus premios, los viajes; disfrutó el último sollozo al otro lado del teléfono y colgó. Nunca más supo de él hasta, un hoy, cuando leyó el obituario de su muerte. En conmemoración, decidió escribir un cuento, en tercera persona sobre un padre y una hija.
Química del amor
Lo logré. Pude crear la droga del amor, sustancia que tiene el mismo efecto químico en nuestro cerebro que cuando nos enamoramos: liberar dopamina, serotonina y oxitocina, pero sin los efectos negativos como dependencia emocional, peleas y frustraciones.
En apenas unos días se han vendido millones en Europa y Estados Unidos. Mi invento es el más grande después de la aspirina porque gracias a él se evitarán suicidios y feminicidios, que en las últimas décadas fueron cundiendo. Lo mejor es que las personas la compran sin saber que se constituye en el comienzo de la extinción de la humanidad.
Amigas
El último día de vacaciones llovía. Claudia prometió escribir a diario. En el fondo sabíamos que nada sería igual. Gotas insistentes caían detrás de la ventana. Otras chicas contagiadas por esa humedad lloraban, despidiéndose de las que creían eran sus amigas del alma. Con Claudia también hicimos promesas vacías.
Concentrada en la llovizna, volví a ver imágenes de la noche anterior, donde mi mejor amiga solo observaba, mientras mi cuerpo dejaba de responder, después de tomar una botella de soda que ella me invitó. Ahí, también estaba Julián que se acercaba bajándose los pantalones. Así, nuestra amistad de toda la vida se rompería para siempre.
Secretos
“Sí, soy su esposa”, grité mientras los policías se lo llevaban. Nunca creí que Javier fuera capaz de algo así. Nos conocimos en la escuela y el amor surgió naturalmente. Casi al terminar la universidad nos casamos; decidimos no tener hijos, queríamos algo más. Fuimos felices viajando, disfrutando de nuestro éxito profesional: él como abogado, yo como periodista. Ambos respetados y reconocidos en la ciudad. ¿Cómo iba yo a imaginar que él extorsionara a sus clientes, los amenazara y hasta los torturara si no le pagaban? Aunque debí sospecharlo cuando desaparecieron las esposas y el látigo que usábamos en nuestra habitación.