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Dios en los discursos políticos como método de aceptación.

Dios en los discursos políticos como método de aceptación.

*el presente texto es una colaboración, sin embargo, su autora ha pedido mantener en anonimato su identidad.

Se sabe que El Salvador es un país mayoritariamente religioso, en donde un “gracias a Dios”, “Dios te Bendiga” y “Que vayas con Dios” se escuchan a cada momento. Es habitual que las personas religiosas de diferentes credos se relacionen unas con otras, con mínimos problemas. De allí el poder mediático de utilizar la figura de un ser superior en los mensajes dentro de nuestra cultura.

El uso de Dios en los discursos políticos, llevado a cabo por los presidentes, busca obtener la aceptación de sus decisiones e incluso imposiciones en nombre de un ser supremo. Este tipo de mensajes se pueden generar de modo explícito e implícito. El modo explícito se refiere al aparecimiento de forma literal o concreta en el lenguaje religioso y el modo implícito se da por medio de un discurso o a través de un símbolo, en donde de esta manera la sociedad pueda contextualizarse con el lenguaje religioso tan arraigado a nuestros patrones culturales.

Durante muchos años, la utilización de Dios en los discursos políticos ha sido el eje principal de los gobiernos; desde Alfredo Cristiani (1989) hasta el actual presidente de El Salvador, Nayib Bukele (2020), los mensajes con elementos religiosos han estado presentes en sus discursos durante tomas de posesión, tormentas, terremotos y otros eventos singulares.

El ex presidente Francisco Flores en 1999, en su discurso de toma de posesión expresó: “Depositamos nuestra fe en Dios, a quien pedimos sabiduría y la constancia necesaria para emprender la tarea que nos ha sido encomendada”. Años después, Francisco Flores fue acusado de peculado y lavado de dinero por parte de la Fiscalía General de la República, quien posterior a ello afirmó haber recibido cheques a su nombre del Gobierno de Taiwán, sin poder explicar dónde fue a parar ese dinero, fue acusado de apropiación de fondos públicos.

Asimismo, el ex presidente Elías Antonio Saca quien fungió tal cargo en el año 2004 en el contexto del huracán Stan, mandó un mensaje con referencias religiosas a la población salvadoreña durante la crisis: “Como pueblo cristiano, rogamos a Dios que su mano poderosa nos libre de esta nueva prueba y que nos unamos en oración, para que no se incrementen las tormentas”.  A pesar de ello, luego de terminar su mandato, Elías Antonio Saca admitió que cometió delitos de peculado y lavado de dinero, por lo que fue condenado y enviado a prisión con una sentencia de 10 años.

Por otro lado, en el 2009 el presidente Mauricio Funes Cartagena, quien gobernaba cuando sucedió la tormenta E12. Unos meses después de ésta dijo: “Quiero ratificar este día mi compromiso por dejar al cabo de mi mandato un país mejor, preparado para enfrentar las crisis, las acechanzas, los desafíos, los desastres de la naturaleza que solo domina Dios”. A esta alusión a Dios se le suma el constante uso de la figura de monseñor Oscar Arnulfo Romero, a quien señaló como su guía espiritual en varias ocasiones.  Sin embargo, años después de su mandato, la Fiscalía General de la República lo acusó de una serie de delitos y el ex mandatario huyó a Nicaragua, donde se encuentra prófugo de la justicia.

Posterior a ello, en el 2017 el presidente Salvador Sánchez Cerén utilizó un discurso religioso para intentar mejorar su aceptación en el pueblo salvadoreño. Al comienzo de su tercer discurso de rendición de cuentas, felicitó a monseñor Rosa Chávez por su nombramiento como cardenal, agregando: “Esperamos otras buenas noticias respecto al proceso de canonización del beato Oscar Arnulfo Romero y la beatificación del padre Rutilio Grande… Que Dios nos bendiga”. En ese momento, su Gobierno estaba muy mal evaluado, había descontento ciudadano por la ineficiencia en seguridad y por acuerpar a funcionarios acusados de corrupción (incluido el ex presidente Mauricio Funes).

Y ahora, el actual presidente Nayib Bukele también ha utilizado este tipo de mensajes religiosos mediante conferencias para justificar su proceder político. Ejemplo de ello es lo que sucedió el 9 de febrero del 2020 cuando dio un discurso a sus seguidores afuera de la Asamblea Legislativa. Primero, pidió permiso a su audiencia para ingresar al salón Azul para orar: “Yo les quiero pedir que me dejen entrar al salón azul de la Asamblea Legislativa a hacer una oración y que Dios nos de sabiduría para los pasos que vamos a tomar …” Después de orar, a la par del Diputado Guillermo Gallegos, regresó a la tarima para decirle a su simpatizantes: “Yo le pregunte a Dios y Dios me dijo paciencia...” 

Este tipo de actos por parte de los presidentes, muestran a hombres quienes además de robar, desviar fondos, privatizar los recursos, favorecer a amigos y familiares o militarizar e irrumpir la Asamblea Legislativa, juegan también con la fe de las personas creyentes, haciéndoles pensar que Dios se les manifiesta y que su accionar es aprobado por él. El hecho de mostrarse como hombres de fe no convierte a ningún presidente en un mandatario más democrático, pues como afirma Luis Aguilar “la fe puede ayudar a tomar decisiones, pero utilizar la fe para hacer política es dañar tanto a la política como a la fe.”

Ahora bien, las menciones a Dios o las acciones relacionadas con la religión, pareciera que vienen a unirse en un mensaje de los gobernantes que no quieren escuchar críticas, no quieren detractores y que no quiere detenerse a rendir cuentas, o a dar explicaciones.

La editorial de YSUCA Religión y política dice que “utilizar la Biblia o la palabra Dios para defender o atacar candidatos políticos, para decir o no decir quien tiene el apoyo de él (Dios), no es más que abusar de un mensaje que, aunque tiene que ver con los comportamientos y actitudes humanas y sociales, no puede ser utilizado como un programa político.”

Entonces, cuando una persona entra en el campo del ejercicio político, esas creencias y convicciones personales, salvo contadas excepciones en casos de objeción de conciencia, deben dejarse en el ámbito privado. Es decir, que un funcionario político, debe mantenerse atado a su obligación de mantener un Estado laico, evitando llevar temas religiosos al proceso de creación de políticas públicas. De esta manera la persona ejerciendo un cargo público, debe ser cuidadosa en no crear ambientes hostiles o crear aflicciones innecesarias a raíz de la selección de palabras para comunicar sus mensajes.

Lo cierto es que a lo largo de la historia El Salvador ha sufrido diferentes momentos de crisis, entre ellos: El huracán Mitch en 1998, huracán Stan en el 2005 y ahora, la más reciente tormenta tropical Amanda que junto a ella se suma la pandemia de COVID-19 (2020) han generado y siguen generando en los gobernantes oportunidades para ganar popularidad y así crecer en su aprobación ante la sociedad. Los discursos que surgen a raíz de estos momentos de crisis en donde no se deja de lado el uso del lenguaje religioso y el cual ha sido utilizado por todos los presidentes, deja como manifiesto la figura de un ser supremo que ha jugado un papel esencial en el transcurrir de los años y posiblemente sea un patrón adoptado por los futuros presidentes.

Muestra de ello es la conferencia que brindó el presidente Nayib Bukele el pasado 31 de mayo en la Comunidad Nueva Israel en donde en su discurso hizo uso de Dios, cuando se le preguntó sobre un plan de financiamiento por la tormenta Amanda, afirmó que puede reconstruir todas las casas que sean necesarias ya que “Dios proveerá”. Además de mencionar que si necesitaba fondos los tomaría del salario de los diputados puesto que ellos estaban bloqueando al gobierno.

Asimismo, dentro de este momento de crisis, el presidente ha declarado “Días Nacionales de Oración” a través de decretos ejecutivos, como el emitido el día viernes 22 a raíz de la situación por COVID-19 que atraviesa El Salvador dejándolo de manifiesto en una publicación que hizo en una de sus redes sociales: “Este día, muchos iniciaron sus oraciones desde temprano, otros terminaran hasta tarde, en la noche. Otros llevaran varios días en oración. A todos ellos gracias. Millones nos uniremos a ellos, en oración, a las 2:00 pm, pidiendo a Dios por la sanidad de nuestra nación y de la humanidad entera. Los que prefieran no orar, no lo hagan. Nosotros oraremos por ustedes y por la salud de su familia.”

Separar todas las iglesias, del gobierno ha sido una batalla histórica.  La importancia de la religión como rectora del bien y del mal o como la institución social dedicada a recordarnos lo correcto y señalarnos lo incorrecto es trascendental en cierto campo social; asimismo, la importancia de la política como herramienta que toma decisiones para alcanzar ciertos objetivos y como ente que ejerce poder tiene su importancia. Recordemos que tanto la religión como la política son componentes de nuestra cultura.

Ahora bien, la religión y convicciones personal de cada persona, son elementos íntimos de cada quien. Es decir, es importante mantener la religión separada de las actuaciones políticas, ya que éstas influyen en los sentimientos de las personas, siendo objetos de manipulación. Inclusive en el mismo Vaticano, que es considerado «territorio de Dios en la tierra», es también Estado y hay elección de su representante a través de la votación de los cardenales.

Como sociedad debemos abogar para que quienes nos gobiernen no estén sujetos a una moral sesgada o religiosa, es decir, que no nos gobiernen bajo una noción sectaria. No debemos permitir que nuestras leyes estén regidas bajo el pensamiento personal de los legisladores, cuya moral recae en una biblia bajo el brazo al no poder argumentar temas escabrosos como la eutanasia, pena de muerte, el aborto y el matrimonio igualitario.

La fe, la divinidad y legislar bajo el precepto de versículos de la biblia, no deben ser argumentos válidos para traspasar esa línea con la cual los gobernantes buscan ejercer el poder para dominar nuestras vidas. Apelar por una separación de las instituciones debe ser el deber de los que hacen política y crean leyes, quienes elegimos a los gobernantes somos nosotros mediante elección popular, no Dios.

Finalizo con una frase de Luis Aguilar que dice: “Es difícil saber si los presidentes creen o no en el mensaje de Dios, pero si hubiera forma de medirlo, sería con la transparencia, la ética, el respeto al derecho ajeno y la tolerancia.”

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Javier Iraheta