Ruleta Rusa, antología de Josué Andrés Moz
El amor y la pasión han encontrado en la poesía un espacio atinado y allí se ajustan a la plenitud de dichas emociones y sensaciones que nacen en el ser humano. Escritores y escritoras han hecho de los versos una voz poderosa y amplificada. Además, en la cultura popular es innegable la tradición de compartir o dedicar un poema.
Josué Andrés Moz, escritor salvadoreño, presenta una serie de poemas donde el amor, la atracción física, la pasión y lo idílico se hacen presentes por medio de símbolos y alegorías. Disfrutemos de estos textos poéticos.
BALANCE GENERAL DEL FRACASO
When you look at me like that, my darlin’, what did you expect?
I’d probably still adore you with your hands around my neck
-Artic Monkeys-
He amado lo suficiente
como para comprender los principios del odio.
Respiro tu nombre. Busco tu rostro
y nada me devuelve esa mirada de piedra,
ese fantasma que devora mi ternura detrás de los cristales.
Algo de labios he besado a través de tu sombra,
a través del fino retrato que intento sostener en mis palabras.
Tiemblo. Nada es de nosotros. Nada pertenece al futuro.
Alrededor
únicamente la vieja secuela de tu asombro,
esa colección de palabras que todavía permite imaginar el verano.
He inventado tantos días parecidos a tu desnudez,
recordado aquellas viejas certezas que pronunciaba la carne.
Entre la arena contemplé la duda,
bajo una lengua de agua escuché la verdad;
es transparente el hilo que nos sostiene
y gruesa la raíz en que la costumbre imita nuestros nombres.
Veo amanecer un cuerpo a mi lado
te veo amanecer imitando la noche,
emulando el silencio,
dando la espalda de cara al vacío.
He amado lo suficiente.
He amado como merece la derrota
una vez que pasan los años
y se comprende finalmente:
de dónde es que viene la sangre.
EL DELIRIO
Te doy pan, quieres sal.
Sui Generis
Huérfano de tus labios: la noche hunde su beso en mí;
se instala como sanguijuela en contra de mis ojos.
A estas alturas del desierto
es más sencillo distinguir a los huesos,
cadáveres impecables
de cada hijo de nuestra ternura.
Huérfano de esas manos,
me sostengo directamente del aire.
Hay una soga eterna colgando de tu palabra,
ajustada a tu silencio,
y vuelvo a ser este camino torcido desde siempre,
esta reinterpretación constante del vacío.
Ruedan hasta los pies:
fotografías enmohecidas por el tiempo,
restos de alguna tarde
en que figurabas ante mi deseo
como una canción que no dejaba de repetir entre los dedos.
Huérfano de mí,
he encontrado descanso en la piedra más dura.
A algunos metros de este poema
he visto el mar
y a la lluvia inútilmente: cayendo sobre él.
ÍTACA
Hay algunos que dicen
que todos los caminos conducen a Roma
y es verdad porque el mío
me lleva cada noche al hueco que te nombra
Luis Eduardo Aute
Tu lengua busca mi voz,
acaricia cada palabra
que posee el color de tu cuerpo.
Hemos cruzado descalzos las bahías de otras manos,
y siempre sobre la orilla: encontrado la perpetuidad de nuestro aroma.
Desde hace años
pertenecemos al sismo
a un temblor más alto que la fiebre y sus fronteras.
Llevo una cartografía de tu cuerpo grabada en mis labios,
para volver siempre seguro a casa,
para que mi hogar no cambie de nombre.
LAS VISIONES: SEGUNDO PRÓLOGO AL DELIRIO
Se repite
el mismo terror frente a la página en blanco.
Nos pienso aquí,
recostados sobre nuestras lenguas,
arropados contra nosotros mismos.
Nos escucho desde todos los nombres,
y en cada uno de ellos
tu saliva encuentra limpiamente mi boca.
Llego a pensarte
en una época de otras latitudes,
llego seguro hacia nosotros
en un lenguaje invertebrado hasta las orillas del tiempo,
en un tiempo ilegítimo a las fronteras de mis palabras.
Te pienso en una época todavía no escrita.
Veo tu sombra partir hacia mis brazos,
hacia la comarca más firme de mi corazón.
Observo tu sangre alimentar una hoguera antigua,
llegar desnuda entre el lenguaje de esas mareas,
que vienen de conocer un futuro ya olvidado contra los botes.
En una caída de niebla y arena nocturna
contemplo ese aliento azul escrito desde todo el olvido
(esbozado: desde cada mano que ha sido mi caricia).
La ternura escribe tu nombre
y pronuncia inevitablemente el mío.
Llueve. Frente a las miradas llueve.
Y la humedad representa algo distinto para cada hombre.
Crucificada estuvo mi carne
en el tibio madero de otros brazos;
llego tranquilo frente a tu cuerpo
y es un territorio demasiado parecido al tercer día.
Yo conozco el sudor que nace de los desiertos
y la espina helada que construyen cada noche sobre los huesos.
He sido de noche junto a mi palabra,
y almacenado entre mis huesos
cada colmillo de la rabia,
toda sucia fotografía que escupieron los años.
Tiene ojos la hiel para resguardar la dulzura.
De cara al delirio,
esta página posee entre su sangre todas las certezas.
Desnudo está mi nombre si viene de tus labios,
desnudos están mis ojos si se abren frente a los tuyos.
CINCO FOTOGRAMAS DE LLUVIA PARA DESPEDIR EL INVIERNO
I
Mi lengua,
carretera abierta por la cual pasea tu cuerpo,
músculo sellado bajo las huellas de tu sudor.
II
El aire es capaz de respirarnos,
de nombrar con su brújula transparente
un sismo acuático:
una blanca marea de arcilla sobre las manos.
III
Tu ombligo,
pozo desnudo para desvestir mis labios.
IV
Mis dedos atravesando tu cuerpo;
mis dedos tan cerca de tu corazón.
V
Digo tu nombre como decir el agua,
tibio rastro de espuma a las orillas de mi voz.
POSTAL EN SEPIA
Es mediodía en mi sangre.
Toco tu rostro para confirmar que mis dedos existen,
para reconocer mi respiración en el latido de tus labios.
Pienso en nosotros.
Aquella noche la arena fueron mis dedos
y la espuma resbalaba de tu vientre;
yo tenía la edad exacta para pronunciar tu nombre,
las sílabas tejidas como pétalos precisos alrededor de mi lengua.
Pienso en nosotros
y se apaga mi rostro.
La oscuridad es aquello que nos dijimos
después de esa madrugada
en que liberamos a los cangrejos.