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Sobre «Lumbreras», poemario de Javier Iraheta
Por: Vladimir Orellana Cárcamo.
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Me llena de satisfacción ver publicado el segundo libro de Javier Iraheta, titulado: “Lumbreras”, bajo el sello de Dos Alas Editorial. Esta obra es fruto del contacto con la poesía mística que su autor experimentó allá en el 2010, cuando cursaba la asignatura: Literatura II: Poética, como parte de su formación en la carrera de Profesorado en Lenguaje y Literatura en la Universidad de El Salvador. Pero también tal como él lo dice en su “Comentario del autor”, el poemario surgió de sus “experiencias personales, religiosas y hasta académicas”.
Los catorce poemas que conforman la obra “Lumbreras”, mantienen un vigoroso hálito espiritual, un deseo profundo de parte del joven escritor por sentir a Dios en su vida, y recibir sus favores para enfrentarse ante un mundo inhóspito. La primera parte de su volumen, contiene seis textos. En algunos de ellos, Javier anhela la purificación de su alma, desea que el Altísimo lo libre de las sombras de la maldad, y lo consuele “con sus dulces ternuras”. Asimismo, celebra el nacimiento del Mesías, y exalta con agradecimiento sus “divinas manos”.
También encontramos en el primer apartado la Canción de los huesos secos, hermoso poema, ejemplo de una fina intertextualidad bíblica, pues se percibe en su contenido, una alusión al fascinante relato que aparece en el libro de Ezequiel 37: 1-14. Además, Canción de los huesos secos, constituye un esperanzador poema de redención, ya que testifica el poder vivificante del amor del Altísimo en la vida del ser humano. Leamos estos versos:
Mi alma a él se unió,
cantóme dulces versos al oído,
mi espíritu ascendió,
mi cuerpo fue impedido,
a su amor mi alma no ha cedido.
Finaliza la primera sección del libro con “Romance de la cruz”, en el cual el escritor canta el sacrificio redentor de Cristo, el cual significó salvación y salud, tal como lo describe el profeta Isaías en su capítulo 53: 3-6. Cabe destacar que con respecto a la visión acerca de Jesús en el madero, Javier se conduele ante la cruenta escena del calvario. Esa misma percepción la tuvo también el autor español Antonio Machado, específicamente en su poema “Saeta”. En dicha composición el bardo dice que ya no quiere ver a Jesús crucificado. Machado inicia su texto, con la siguiente copla popular española:
¿Quién me presta una escalera,
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
Y luego deja oír su propia voz de la siguiente manera:
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!
Similar sentimiento aflora en los versos de Javier, cuando pide que bajen al Cordero de Dios de la cruz, pues se duele mirarlo ensangrentado: ¡Bájenle de ahí insisto! / Que se encuentra lastimado / y en la cruz ensangrentado / muere por salvar mi alma.
La segunda parte de “Lumbreras” consta de ocho poemas. Son textos de una honda fuerza mística, el poeta desnuda su alma y expresa sus más recónditos sentimientos cristianos. Implora la unión espiritual con el Amado de su alma. Veamos el siguiente fragmento: “Seca mis lágrimas amado mío,/ anhelo la unión,/ anhelo el amor,/ ya no soporto el dolor de la existencia”,( De Lágrimas). En cambio, en poemas como “Ya no más”, expresa que ya le es imposible vivir sin la presencia de Dios. Oigamos los siguientes versos: “y me aferro al destino junto a ti…mi cuerpo es transformado,/ mi alma está enamorada”.
En otros textos desea que el Todopoderoso lo guie a través del mar de la vida. Asimismo le confiesa a su Amado (Cristo) que desea escribir poesía: “sobre el pesebre, el desierto y la cruz”, tres símbolos importantes en la mística cristiana. También eleva su plegaria al Omnipotente para pedir que lo auxilie en sus luchas existenciales. Escuchemos lo que Javier nos dice: “Me duele ver atrás,/ mi alma añora contigo estar,/ y no más el pasado recordar/ que me tortura y no me deja continuar” (Plegaria) .
Por otra parte, en la obra “Lumbreras” encontramos poemas donde Javier se sorprende del amor divino que desciende sobre su vida como un regalo de luz. Una de esas composiciones es “Aún me amas”, en la cual el poeta canta su regreso o reencuentro con Cristo. En uno de sus versos Javier testifica: “Dejé mi amor y fuerzas hasta desfallecer,/ le dediqué mi corazón a la nada sin ti,…Hoy quiero regresar hasta ti amor,/ ven por mí, ven por mí…Hoy quiero verte Señor,/ sé que aún me amas” . El libro cierra con un poema dedicado a San Juan de la Cruz, el poeta místico español, quien lo impulsó a escribir poesía de contenido espiritual.
Para concluir es pertinente destacar algunos elementos estilísticos propios de la poesía de carácter mística. Entre esos rasgos, Javier emplea en algunos poemas alegorías y símbolos, con los cuales invita a sus lectores a la reflexión. Veamos un ejemplo de alegoría: “Entre los huesos secos, / encóntrome el siervo de mi amado, / ¡Rellenóme los huesos / de este mi corazón quebrantado” (Canción de los huesos secos)
También hace uso de símbolos en sus versos. Lo anterior lo comprobamos en la siguiente muestra: “Mi luz, mi guía, mi barca y mi capitán” (Sé mi capitán). “Alzo mis manos a la gloria y tomo mi estrella” (Ya no más).
Asimismo encontramos figuras estilísticas. Veamos estas dos muestras de metáforas: “Mi alma entre las olas del mar/ tu barco anhela encontrar.” “Sé mi capitán, Señor,/ en tu amor quiero navegar”. Asimismo el apóstrofe o invocación es recurrente en sus composiciones. Veamos este ejemplo: «Quiero hasta a ti llegar, / déjame volar en libertad, / llegar hasta ti, / sálvame del dolor.» (Plegaria)
En cuanto a la distribución estrófica, dos de sus poemas “Divinas manos” y “Canción de los huesos secos” están escritos en liras, es decir, en un tipo de estrofa de cinco versos, tres heptasílabos (7 sílabas métricas) y dos endecasílabos (11 sílabas métricas) con la disposición 7a, 11B, 7a, 7b, 11B. En cambio otros poemas están escritos en cuarteros, y algunos en verso libre.
Necesario es indicar, que Javier Iraheta no sólo le canta al Creador empleando en algunos de sus versos, las mismas formas estróficas que utilizó San Juan de la Cruz, sino que también ha retomado del autor de “Noche oscura del alma” el uso de formas verbales enclíticas, es decir donde el pronombre aparece unido al final del verbo. Eso le otorga una expresión más culta a los versos. Veamos los siguientes giros verbales que Javier Iraheta incorpora de manera elegante:
«Estaba mi alma sucia y manchada / Negóse a sí misma en el desierto,/ hallóse sola en la oscuridad” (Alma en purificación)
«Rellenóme los huesos / de este mi corazón quebrantado... / Mi alma a él se unió.» (Canción de los huesos secos)
Es mi deseo que el presente libro, el cual esta tarde he tenido el honor de comentar, pueda ganar muchos lectores, pues son ellos los dignos destinatarios de los versos que escriben los poetas.
(Texto pronunciado en la presentación de la obra “Lumbreras”, el sábado 10 de septiembre de 2022, en La Casa del Escritor, en los Planes de Renderos)