El día de los farolitos contra la comercialización de los eventos culturales.

Las calles empedradas, los balcones coloniales de las casas y la Iglesia de la Inmaculada Concepción se adornaron un año más con los tradicionales farolitos que iluminan el pueblo de Ataco con luces multicolores cada 7 de septiembre. Esta hermosa tradición lucha por mantenerse frente a la comercialización del evento.

Los farolitos, herencia histórica
El día de los farolitos es una tradición religiosa que se celebra en la ciudad de Concepción de Ataco en conmemoración a la llegada de la imagen de La Virgen de la Merced y celebración de su nacimiento. Siendo ésta una herencia cultural del siglo XIX que se mantiene en el país.
Históricamente se sabe que la imagen fue traída por Doña Jesús de Eguizábal y fue ella quien colocó por primera vez los farolitos a la Virgen de la Merced, dando inicio a esta práctica en conmemoración a la virgen niña y que ha reflejado el espíritu religioso de los salvadoreños que perdura en nuestro país.

La tradición se ha expandido a otros municipios de El Salvador que se unen a celebrar el día de la patrona de Ataco. Principalmente, le acompaña la Ciudad de Ahuachapán que se disputa el origen del día de los Farolitos. Y es Ahuachapán quien ostenta la Declaratoria de Patrimonio Cultural Inmaterial desde 2014. Ambos municipios involucran a la familia Eguizábal como los promotores de la tradición.
Turismo y fervor en un solo lugar
Con el paso de los años más pueblos de El Salvador se han unido a la celebración como los pertenecientes a la Ruta de las Flores. Razón por la cual este día pasó a convertirse en un “Festival”, dándole al evento un tinte mucho más turístico.

La promoción de los denominados “Festivales de los farolitos” en diferentes puntos de El Salvador impulsa la economía de los pueblos en tanto que se desarrollan eventos artísticos, venta de gastronomía y bebidas, y se necesitan alojamientos en hostales. Siendo este un factor beneficioso para el desarrollo económico de los pobladores.
Sin embargo, este fenómeno comercial afecta hasta cierto grado la razón del hecho folclórico, ya que la mayoría de turistas visita el festival atraídos por la gastronomía, bebidas alcohólicas y los eventos de entretenimiento, dejando en segundo plano la razón de los farolitos.
En las calles de Ataco por ejemplo se conglomeran cientos de personas que llenan los negocios locales, pero obvian el hecho histórico que les congrega en el lugar. Bajo esa lógica, esta acción implica una deformación del hecho cultural y religioso, por lo cual se aleja a la población del sentido original de visitar nuestros pueblos.
Sin embargo, pese al implacable avance de la comercialización que abarrota el pueblo, dentro de la iglesia que se irgue en la Ciudad de Ataco, el fervor religioso permanece entre muchos habitantes de la población y de El Salvador que visitan el Santuario en conmemoración de la Virgen Niña.

Los feligreses se acercan solemnes a la imagen adornada con los farolitos, mientras el pueblo se hunde en el bullicio y la comercialización y bloquean las arterias del pueblo dificultando la libre circulación para automóviles, generando un caos desbordante.
De esa manera, se insertan dos visiones del fenómeno, que resulta necesario equilibrar a fin de no desfigurar este tesoro inmaterial de nuestra cultura. Es obligación del pueblo salvadoreño e instancias culturales mantener y difundir nuestras tradiciones porque constituyen la herencia de nuestros antepasados.
Dentro del evento en general, se desarrolla “la procesión de los farolitos”, evento que ve dificultado su recorrido por las cantidades excesivas de turistas que superan la capacidad del pueblo. Muchos visitantes buscaban incesantemente entre las abarrotadas calles el paso de la virgen niña y algunos comerciantes apilados a las orillas de las calles desconocen sobre el recorrido.

La riqueza de los farolitos
Este fenómeno es tan amplio que refleja la religiosidad insertada durante la colonia y que se combinó con las prácticas de los pueblos originarios, se promueve nuestra comida típica y se impulsa la creación de artesanías dentro de las cuales encontramos nuestros farolitos de colores.
Más allá de las ganancias económicas aportadas el día de los farolitos por la dinamización del turismo, este evento anual constituye un aporte de las generaciones pasadas que se suma a nuestro folklore. Un evento digno de conservar y salvar del consumismo.