
Doña Catita, un legado del arte popular en la capital salvadoreña
Recientemente se dio el lamentable fallecimiento de la bailarina conocida como doña Cata (o simplemente doña catita) . Reconocida por sus bailes en la Plaza Libertad. Su deceso conmovió a sus conocidos que compartían con ella esa pasión por el baile y la música popular.
Su vida y actuar, en uno de los emblemáticos parques de la capital, es un reflejo de ese arte popular que se levanta entre las edificaciones de la concurrida urbe capitalina. Ella fue uno de los tantos ejemplos de como el pueblo se abre espacios y se posiciona con sus expresiones únicas en nuestra cultura.
Si se observan fotos de antaño se podrá notar como estas plazas posicionadas estratégicamente frente a estructuras arquitectónicas como el Teatro Nacional, Iglesias o el Palacio Nacional; eran un espacio para ciertas clases privilegiadas de la capital. Sin embargo, de una u otra forma otros pobladores se fueron haciendo camino y tomando su espacio en las plazas, tal como lo hizo doña Catita.
El Parque Libertad es un escenario donde se congregan músicos y bailarines rodeados por un público que degusta de pan con café mientras presencian el espectáculo entre risas y aplausos. Otros visitantes se agregan al baile, ya sea motivados por bebidas embriagantes o porque simplemente el son de la música despierta el deseo por el baile. Allí, mamá Cata encontró sus tablas para compartir y bailar tan naturalmente como lo haría alguien en una celebración patronal, una cofradía o una fiesta familiar.
Estos encuentros, donde doña Catita fue una de las tantas estrellas principales, es un testimonio, aunque a otros les puede parecer «vulgar» o «corriente», de la lucha por las mayorías de expresarse con el baile y la música. Es una expresión popular propia del pueblo que dice: «Aquí estamos, tenemos voz y movimiento». Mientras en los teatros otros se vanaglorian de apreciar de un arte tecnificado, en las plazas hay baile y risas, hay arte puro y natural.
Si bien ha fallecida una de las bailarinas del Parque Libertad, hay que pensar cuántos quedan en nuestras plazas; hombres y mujeres que con su espectáculo deleitan a los cansados trabajadores luego de la pesada jornada laboral, y por consiguiente cuestionarnos, ¿Qué se hace por ellos? ¿Cómo se conservan sus expresiones artísticas?
La muerte de doña Catita, es una llamada de emergencia sobre dos necesidades sobre protección. En primer término del artista popular como bailarines, músicos, actores, estatuistas, pintores, retratistas, comediantes, y todos aquellos en plazas, calles y transporte colectivo. Segundo, de las personas en la tercera edad que no poseen ingresos fijos y ningún tipo de asistencia en estos momentos que debieran ser para descanso y reflexión tras una larga vida de trabajo y sacrificios.
Las cumbias y merengues siguen sonando, y los cuerpos se siguen moviendo al compás de la música, aunque con una bailarina menos. Sin embargo, su legado entre las masas si permanece, de una u otra forma logró calar entre las mayorías. Ese cariño de sangre salvadoreña se vio reflejado en los arreglos florales que llegaron y en todos los que se congregaron junto a ella por última vez en el Parque Libertad con su ataúd al centro.
Sin embargo, se escucho decir «ahora que está muerta todos la quieren», que esa frase no se vuelva a repetir y que veamos más allá de un simple baile. En estas expresiones hay historias de vida y lucha, pues cuántos no habrán bailado un son con doña Catita, olvidando sólo por unos momentos que les han cortado la luz, que sólo quedan cinco dólares para la semana o que espera una casa sola. Cuántas tristezas y lucha no se habrán compartido con mamá Cata en un solo baile.