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¡Sos indio!

¡Sos indio!

En El Salvador existe un menoscabo al indígena, sus costumbres, tradiciones y forma de vida. La palabra «indio» es sinónimo de torpe, ignorante y feo. Esta concepción de nuestros indígenas es sólo uno de los brazos del exterminio.

Porque no sólo se asesina con armas y violencia física, también se hace con las palabras, los conceptos, las ideologías y formas de vida que minimizan a unos en comparación a otros.

Si bien la palabra «indio» hace referencia a los habitantes de la India, también es admisible como gentilicio a las poblaciones originarias de América. El término ha entrado en polémica porque se supone su uso es erróneo ya que su origen en América es el resultado de una confusión dada a la llegada de los españoles al Nuevo Continente. Sin embargo, el verdadero defecto de la palabra no es la supuesta confusión sino el significado que se le ha asignado.

La falta del vocablo se concreta al usar este nombre como forma de insulto vinculándolo a falto de entendimiento. Es lamentable que entre la población sean comunes frases como: «pareces indio», «este indio es» o «tiene cara de indio». Escuchar esas expresiones sólo es un reflejo de la pobreza cultural y el poco aprecio a nuestra identidad. Además nos vuelve cómplices del exterminio sufrido por el indígena salvadoreño.

Ante el fuerte poder peyorativo de la palabra hoy se recurre a referirse con otros nombre como «pueblos originarios», «naturales» o «indígenas» pero el cambio de nombre no soluciona o transforma la realidad, ni hoy ni nunca, se está recurriendo a eufemismos para ocultar nuestra maldad. Lo que realmente se necesita es un cambio de pensamiento.

El cambio de pensamiento requiere de educación, que la palabra «indio» se libere de ese sesgo colonialista entre los salvadoreños tan arraigado al imaginario colectivo y que ha contribuido al detrimento de las poblaciones indígenas que han sido excluidos históricamente en todos los ámbitos posibles.

De nada servirá decir: «pueblos originarios», «naturales» o «indígenas», aunque son términos acertados, sino se ha transformado la visión elitista implantada por generaciones que discrimina por color de piel, cabello, forma de los ojos, vestimenta y costumbres.

La masacre indígena de 1932 fue la materialización del pensamiento que impera entre los salvadoreños, un repunte del genocidio que inició con la conquista europea en el continente americano y un hecho de la masacre histórica constituida por la discriminación y la imagen diminutiva de los pueblos indígenas.

Es tiempo de cambios y de integrar a esas poblaciones marginadas, quienes no debieron caer nunca en dicha situación, pero que se ha hecho con políticas de represión física y psicológica. Es tiempo de transformación del sistema en el cual estamos y en el que por años como eslabones nos integramos siendo genocidas silenciosos de nuestros indígenas.

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Javier Iraheta