Dos poemas de Francisco Valenzuela


Sobre el autor
Francisco Valenzuela Saravia es un periodista, comunicador social y bibliotecario chileno. Sirve de gestor cultural para diferentes eventos literarios de Concepción (Comuna de Chile). Es fundador del Colectivo Artístico “Sujeto a Discusión”. También, Imparte el Taller Literario “Porque Leí” en la Universidad Andrés Bello, sede Concepción.
En 2014, gana una Mención Honrosa en el Concurso “Caballo Furioso” de la Revista Lakuma-Pusaki y la Editorial La Polla Literaria. En 2015 publica su primer libro: “Los Colores de la Tribu” con la Editorial Alto Horno. En 2017 gana el “Concurso Poesía Divergente” de la Editorial Casa Litterae que lo hace acreedor de una nueva publicación, llamada: “Poemas e Híper-Poemas”, con el que además logra ser finalista del Premio Ceres, en 2018. Ese mismo año publica la plaquette “Sommeil Paradoxal” con Editorial Alto Horno. En el 2020 gana la Primera Mención Honrosa en el Concurso Literario Rotary Club de Flores, de Argentina y en 2021 gana una Mención Honrosa en el Premio Internacional Bruno Corona Petit, de Venezuela.
Poemas de Francisco Valenzuela
Al héroe en mi memoria
hijo de mi hijo
mi timón rueda pálido contra tifones
hacia el ancho mar de las remembranzas
sirenas azotan esta rama lanzada al mar
se impacientan las velas a estribor
las sales arañan el orgullo de su escudo
pero sabes que mis vigores de hierro
aguantan cualquier inclemencia
cualquier embate
dime: ¿cuántos meses han pasado?
¿cuántos años?
¿cuánto hace que levé anclas
indignado de la tierra?
¿de los hombres?
mi rostro contra viento a veces
pregunta al horizonte:
¿dónde guardas mi cuerpo roído?
¿cuándo avistaré la isla prometida?
padre de mi padre
¿A qué amante escribes cartas contracorriente?
¿a qué continente direccionas tu nave?
¿qué nuevo episodio podría compararse
a las marinas retóricas
que me extasiaron de niño?
-biografía retocada por el Verne
que revoloteaba las vías de tu cerebro-
oh capitán mi capitán
deja que tus manotas
amuralladas por el labor
ganen la siesta merecida
deja que las deidades
susurren tus hazañas
los viajes que emprendiste a tu nada
y que las olas adormezcan el luto
de los mortales que te penan
yo sólo espero tropezarme con ese altamar
en el que te malgastaste
a ver si a la diana del séptimo día
puedo batir tu silueta
a la orilla de mi propio Pacífico
Maratón
¡hala Filípides! ¡hala héroe ateniense!
¡hala hemeródromo infatigable!
quienes te conmemoran son hombres que se evaden
o trotan a la siga de un espejismo
o se rascan cutículas muertas
sus otros pasados descompuestos
sus yos cansados y rendidos
y es que correr es dejar atrás al ser que fuimos
aquellos que acechan la paz y la redención lo sabrán
al igual que los semidioses que atraviesan
la meta de los invencibles
sin importar los vítores o el laurel
antes de ingeniada la gesta
-deporte que llama a reventar el corazón-
Filípides marchó hacia el porvenir de los recuerdos humanos
tal vez codiciando ser otra obra de arte
un consuelo sempiterno para aquellos
sin memoria genética que resienten a los hados