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La cestería perdida de Olocuilta

La cestería perdida de Olocuilta
imagen con fines ilustrativos

Podríamos imaginar Ilobasco sin sus artesanías de barro, Panchimalco sin sus tejidos elaborados en telares de cintura o Nahuizalco sin sus productos de mimbre. La pérdida de estas actividades resultaría un fenómeno lamentable ya que constituye un daño a la identidad y herencia en El Salvador, sin embargo, esto se ha dado en un municipio reconocido de El Salvador llamado Olocuilta.

Olocuilta es un municipio del departamento de La Paz, su nombre significa en náhuat «gusano medidor». Se sabe que es una de las poblaciones más antiguas de El Salvador pues fue fundada y habitada por Náhuas. Cuando se escucha hablar de Olocuilta vienen a nuestra mente las famosas pupusas de arroz que han llegado a ser símbolo de la identidad nacional salvadoreña, sin embargo pocos saben que este municipio fue reconocido en algún momento por sus preciosas artesanías que consistían en la cestería policromada.

La cestería es una práctica de gran antigüedad que consiste en la elaboración de recipientes como canastos o cestas mediante tejidos de tiras o fibras de origen vegetal o animal. Modernamente se hace con materias sintéticas. En el caso de Olocuilta se utilizaban los desechos de palma para la confección de canastos, los cuales se caracterizaban por ser policromados.

Al ser una cestería policromada se le daba a estos productos artesanales una vista llamativa con sus colores pintados en anilina de rosado, rojo, amarillo, morado y verde. Aquellos productos artesanales multicolores formaron parte de la identidad de los pobladores de Olocuilta, lamentablemente es una práctica que se fue perdiendo con el tiempo hasta el punto de ser olvidada.

Hace algunas décadas eran común que las personas visitarán el municipio de Olocuilta para adquirir las canastas o cestas multicolores y que los artesanos salieran a vender por las calles, casa por casa en otros municipios. Al verlas era innegable su origen ya que eran muy llamativas y símbolo de la artesanía olocuiltense.

Las canasteras, nombre dado a las artesanas, fueron falleciendo con el pasar de los años y con ellas murió el arte de la elaboración de canastos de palma, oficio heredado en el municipio desde la época colonial pero con rasgos indígenas. Este fenómeno implicó una pérdida de una práctica patrimonial.

El Suplemento Olocuilta del año 2012, elaborado por la municipalidad en el marco de sus fiestas patronales, resalta la imagen de la artesana María Girón quien falleció en el año 2010, quien fuera de las ultimas en mantener viva la elaboración de estos bellos productos artesanales. Su trabajo le llevó a ser galardonada en su municipio con el premio «Gusano Medidor» por su labor cultural para Olocuilta.

Si bien el artículo de la revista elaborada por la comuna establece que se ha buscado mantener viva la herencia artesanal de las canastas con apoyo y elaboración de un mercado de artesanías, parece que los esfuerzos no han sido suficientes u oportunos y en la actualidad es una práctica artesanal perdida. Al visitar el mercado de artesanías en Olocuilta, se pueden encontrar pulseras, aretes, collares y otros productos pero no hay cestas policromadas.

La cestería perdida en Olocuilta es un triste ejemplo de como una población puede perder una herencia patrimonial cuando las autoridades competentes no velan por preservar y difundir los elementos culturales. En este caso, las municipalidades son responsables de formular proyectos de protección de la cultura que no se limite a apoyo aislado sino como planes de municipio.

El resguardo de todos los aspectos culturales requiere involucrar a todas las instancias posibles y hasta la creación de dependencias municipales cuyas funciones deben ser la documentación, difusión, resguardo y enseñanza de los elementos culturales de cada municipio. También debe entrar en juego el Ministerio de Cultura con un registro nacional de productos artesanales y por ende supervisión de dicha labor.

Tanto las autoridades gubernamentales como municipales deben abrir espacios laborales a los artesanos y las artesanas para que puedan comercializar sus productos, de lo contrario estos abandonaran dicha práctica para buscar mejoras económicas.

Por el momento solo queda en el recuerdo la cestería de Olocuilta, pero no es tarde, sólo requiere de esfuerzo y dedicación para que esta bella práctica artesanal resurja entre las nuevas generaciones. Se necesita que las autoridades competentes promuevan este arte y que habrán espacios para la elaboración y comercialización de las canastas de Olocuilta.

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Javier Iraheta