
CON EL ROSTRO CONTRA LA PARED (*)
Por: Álvaro Darío Lara
He vuelto a leer el volumen de poesía titulado “Con el rostro contra la pared” de Javier Iraheta (1990), publicado recientemente por Celdas Ediciones. No había recorrido sus páginas desde aquella versión inédita que el poeta ofreció a mis cansados ojos, antes de su aparición en el escenario de las letras nacionales.
Debo decir que dos aspectos llamaron mucho mi atención, en esta segunda lectura: en primer lugar, la franqueza, la desnudez poética que el libro ofrece; y luego, el trabajo literario sobre la palabra que revela.
Al escuchar de nuevo los versos de Javier, recordé a nuestro querido maestro universitario, el escritor Francisco Andrés Escobar (1942-2010), quien en sus formidables y entusiastas clases nos decía a una parvada de muchachos y muchachas, algunos, incluso adolescentes: “En la poesía cabe todo, menos lo falso”. Cuánta razón tenía el bien recordado Paco.
Si el poeta no realiza en su creación un acto de indispensable honestidad con su verdad interior y exterior (personal o colectiva), lejos está de poder transmitir esa fuerza, esa coherencia del alma, que sólo se alcanza a través de exponernos, sin tapujos, ante el mundo.
Ya lo afirmaba el poeta Serafín Quiteño (1906-1987) en sus memorables “Sonetos de la Palabra”, donde nos habla de la “palabra que viste”, la que está al alcance de todos, la superficial, la que se esconde tras una hermosa máscara o un fino ropaje; y la palabra “que no viste”, es decir la profunda, la latente, la oculta en su absoluta verdad, a la que normalmente somos ciegos.
Constatémoslo en esta breve cita: “La palabra que viste es siempre muda, / la palabra que viste es siempre triste. / No une, no libera, no persiste…/ ¡La palabra que viste no te ayuda!”. (Primer cuartero del soneto: “La palabra que viste”). Y luego: “He aquí la palabra que no viste. /Y que no viste tú, por tan desnuda. / En claro anillo de silencio anuda. / Lo que eres hoy y lo que antaño fuiste”. (Primer cuarteto del soneto: “La que no viste”).
Es siempre la oposición entre el vacuo artificio y la palabra imperecedera, el lenguaje auténtico que busca, necesariamente, su exacto cauce formal.
Respecto a lo segundo que enunciábamos líneas atrás, este tercer libro de Javier Iraheta (Anteriormente ha publicado: “Que los versos hablen por mí” (Dos Alas Editorial, 2021) y “Lumbreras” (Dos Alas Editorial, 2022) expresa una mayor conciencia sobre el significado de la escritura poética. La impronta posromántica, el lenguaje testimonial-denotativo ha cedido ante la búsqueda de una expresión que ha ganado mayor dominio de los elementos técnicos, estilísticos que constituyen la naturaleza del lenguaje poético. Así, es capaz de elevar hechos de su historia cotidiana a la categoría de este misterioso lirismo: “Construí un techo sobre mi cabeza/después de las lluvias de mayo, /allí se escondieron mis roedores, / y soportaron las aguas del último invierno”. (Fragmento del poema: “Techo”).
Matices exterioristas recorren sus versos como en esta muestra: “Aprisionar tu amor ¿dónde? / Cepillo de dientes/Ropa de cambio en la gaveta/ Taza de café con poca azúcar/ Sala de la casa/Película absurda en la televisión/ Sillón marrón/ Luz apagada/Fotos en un parque/Libros de poemas/ (…)”.
Para rematar el inventario de los haberes materiales del joven y solitario personaje, que evoca el pasado amor en este poema que llega a su término de la misma manera como se inicia, a manera de un imborrable círculo: “Aprisionar tu amor ¿dónde? / ¡Ay de las cosas donde vives! / ¡Ay de mí que te preservo en los recuerdos!”. (Fragmentos del poema “Recuento”).
Los temas de esta poesía, tan particular en el conjunto de su generación, en tanto se distingue por la presencia de una espiritualidad a ratos religiosa, a ratos íntimamente nostálgica, siguen mostrándonos los senderos del amor, del entorno familiar, de la proximidad hacia los elementos simbólicos como la luz, las sombras, los huesos, los espíritus. En conclusión, el eterno tema del ser humano plantado frente a los enigmas del destino, la vida y la muerte.
Esta nueva publicación de Javier Iraheta evidencia significativos avances en sus asombros y dominios poéticos. Su labor como cantor sigue siendo la misma en la historia de la palabra: traducir el dolor, la existencia, la felicidad acaso, en un acto de amor generoso que es el poema, verdadero antídoto ante la crueldad y la desolación de todos los tiempos.
Bienvenido sea su nuevo libro.

«Con el rostro contra la pared» está disponible directamente por medio de las redes sociales del autor y de Revista Culturel.
(*) Palabras pronunciadas en la presentación del libro “Con el rostro contra la pared” de Javier Iraheta. Museo Universitario de Antropología (UTEC) de la Universidad Tecnológica de El Salvador. (UTEC) el día 16 de agosto de 2025.