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“Esqueleto sin cabida”, y lo poético de la vida

“Esqueleto sin cabida”, y lo poético de la vida

Gabriel Velásquez trae a la literatura nacional su nueva obra narrativa titulada “Esqueleto sin cabida”, una colección de diez cuentos cargados de un realismo tan puro que no es difícil imaginarse a los desahuciados sociales que tratan de sobrevivir en este mundo narrativo. Sin embargo, entre el realismo de Velásquez, intencionalmente se cuelan toques de fantasía para mostrarnos la magia que habita en la mente humana.

Al leer su obra, notaremos que “la pobreza” es el centro de sus narraciones, en donde pegadas a ella van toda una serie de vicisitudes que sufre el ser humano. En ese sentido sus personajes, sumamente melancólicos, son testigos y víctimas de la violencia, injusticias, desigualdad y la enfermedad. Son personajes de los cuales los lectores tendrán compasión.

Primero, en Desahucio de la vejez, se confabulan las tragedias de la vida en sus días finales. Es una narración sobre la tercera edad en medio de un mundo donde quien no es productivo, no es útil ni importante. Aquí el autor nos muestra una relación al estilo “Amor en tiempos de cólera”, donde dos ancianos se aman y aprecian entre las arrugas y las canas. Viven la vida con carencias y sufren con sacrificios.

En El caporal, se aborda el contexto del que migra y más que describir la travesía del que huye de su patria, el autor se preocupa para que empaticemos con Radamel, y de esa manera nos preocupemos por el fin de éste. Sin embargo, Gabriel como narrador nato, utiliza una estrategia de interés al final de su narración.

Y es que como se habrá notado en los dos textos anteriores, el autor recurre a los bajos estratos de la calle, logrando impregnar sus narraciones con un pesimismo de la realidad. Esto se puede ejemplificar en el siguiente fragmento: “Hoy no está María. Quizás fue a buscar comida, no lo sé, la pobre no se puede ni levantar de tanto pegamento en su nariz. A lo mejor murió de sobredosis, o la violaron los soldados”. (Un silencio desértico)

Otra ejemplificación donde se muestra lo feo de la vida es cuando dice: “Mis amigos han fallecido, mi maestro preferido enfermó de insuficiencia renal, ahora es irreconocible.” (Mi cadáver)

Ahora bien, el autor no sólo se limita a narrar las desgracias de la vida de aquellos que viven en la calle, en champas o mesones. Por el contrario, abre espacios de reflexión sobre la existencia y la realidad misma cuando por ejemplo, dice: “que en la cuestión de ser a imagen y semejanza de Dios, muchos no estamos a su medida, o Dios no está a la medida, porque Dios sería rico y pobre, lo cual no es congruente”. (Un silencio desértico)

Retomando el texto Un silencio desértico, debe destacarse que en éste, el autor presenta la visión de la pandemia de Covid-19 desde la perspectiva del desprotegido y sin información. Existe en este cuento un valor loable en tratar de comprender el pensamiento del vagabundo ante un fenómeno global, nada claro para alguien en situación de calle. Se puede entender a “Evelí” que en este relato trata de dar explicación al contexto. El personaje se pregunta “Entonces, será que ayer en la madrugada fue la gran tribulación. Y si la realidad es esa, entonces ¿Habré sido el único pecador? O ¿Acaso Dios no permite sucios en el cielo?»

Otro aspecto que resaltar en la narrativa de “Esqueleto sin cabida”, es la fuerte carga lírica de los textos, hay un uso del lenguaje poético y lo denotativo que les da cierta belleza y elegancia a las narraciones. Epitafio de los ojos en la oscuridad por ejemplo es una historia con una fuerte carga lírica y de sentimientos del autor. Aquí se ha creado un “yo lírico” franco y sentimental. Veamos un ejemplo: “Te he visto venir en el recurrente sueño por el cual te inmiscuyes sobre las rejas metálicas que separan al perro de la sala. Saltaste con tanto realismo que consideré quedarme atrapado en es pequeño momento: en el que vuelves.”

Otro ejemplo donde lo lírico se siente con mucha potencia y es manejado de una manera tan detallista y primorosa es el siguiente: “La muerte lo visita a diario, pero Joaquín, desde su silla de ruedas se aleja, compite, forcejea en la oscuridad total de su ceguera, pelea con lo que no conoce, lo que lo acecha.” (Joaquín)

Además, es elogiable como el escritor navega de lo poético a lo objetivo de la narración con mucha naturalidad, para decir: “De nuevo la mañana me acecha, la estoy escuchando tocar mi ventana y gritar de manera petulante a mi oído que es hora de regresar a la realidad.” Y luego agrega: “Es un poco odioso despertar con este sabor a alcohol en toda la boca, pero no sé de que me quejo, si todo lo que hago es beber y quejarme de mi presente.” (Cambio cigarros por sueños)

En el caso del cuento El gato guardián, se inserta lo poético en la muerte, tras leer la vida de Doña Leonor y su amado gato Ramón. Leer un cierre como ése, nos hace sentir conformes por la forma en que este personaje abandona la vida de una manera fantástica: “Una estrella parecía acercarse, cada vez más, mientras Leonor cae dormida. Y la estrella se acerca lo suficiente como para posarse tras su ventana y, de pronto, maullar. Eleonor sabe que es Ramón, y sin dudarlo empuja su ventana. Es él, pero gigante. Y ella entiende lo que aquello significa, se monta en la estrella, en Ramón, y viaja con dirección a la luna, allá donde pueda encontrar a todos los gatos perdidos.”

De igual forma mezcla ese mundo ideal y maravilloso en un cuento tan real y desgarrador titulado Fosa Clandestina, su toque poético le impregna una luz de esperanza en el cierre del cuento, aunque realmente es una historia trágica y dolorosa sobre la desaparición forzada y de las madres de los desaparecidos: “Ahora caminan con tranquilidad, a lado de sus madres, porque las almas no pueden ser dañadas por ningún psicópata, grupo, autoridad o institución, porque aquello es una cosa de madre e hijo, y el amor de madre es inquebrantable.”

Ahora bien, un cuento de este libro con gran importancia es Mi cadáver, ganador del premio «Manzana Dorada» en Guatemala. Es una narración onírica donde el personaje principal camina entre la realidad y lo irracional. Aquí, Velásquez nos dibuja un personaje “muerto en vida”, donde sólo él es consiente de su situación, pero luego hay un cambio drástico y parece ser el único vivo. Al estilo surrealista, en Mi cadáver se traza una difusa línea entre la realidad y el mundo de los sueños, pero sí es clara la naturalización de la violencia y como ésta nos deshumaniza, y eso es igual a morir.

Sumado a lo anterior, debe dejarse claro que Velásquez no escatima su papel de escritor para hacer crítica social. De esa manera, abordando temas como la violencia, la guerra civil salvadoreña, la desaparición, la pobreza, la represión y otros temas. Se puede denotar la inconformidad por dicha realidad. Veamos ejemplos sobre dicha postura crítica.

“…no se dio cuenta que los policías y militares se habían llevado presos a todos los vagabundos del parque, pues no habían acatado las medidas de estar en sus casas. Era discordante porque su casa era esa. El privilegio de las cuatro paredes no es para todos” (Un silencia desértico)

“El periódico, el Estado, los individuos y, sobre todo, la nueva cultura era esa, la deshumanizada, la deshumanizadora.” (Mi cadáver)

“Escucho a veces a las vendedoras de comida, a los vendedores de café e incluso a las prostitutas hablar de que el pobre siempre está feliz, pero no sé de que tipo de pobreza hablan, porque yo no le encuentro la felicidad a no tener con que saciar ni lo más básico, no le encuentro la felicidad a comer lo que se logre conseguir, no le encuentro la felicidad a cagar en las esquinas oscuras de la calle, no le encuentro la felicidad a que mis pies estén repletos de hongos porque mis zapatos no tienen suelas, no le encuentro la felicidad a no poder tratar mis enfermedades venéreas por culpa de estas vendedoras de caricias. No hay felicidad en la pobreza.” (Cambio cigarros por sueños)

Por otra parte, hay detalles que deben perfeccionarse en la narrativa de Gabriel Velásquez, que son tan pequeños que un lector sin avidez no los notará. Por ejemplo, se identifican algunas expresiones discordantes al tipo de personaje construido desde una clase social específica, seguramente por el carácter reflexivo del texto en general. El detalle no es de contenido sino en la forma de algunas expresiones y acciones. Ahora bien, son esos pequeños detalles los que marcan el compromiso de perfeccionamiento narrativo de este autor, que sin lugar a duda es prometedor. Su habilidad y el estudio de su misma obra le pueden llevar a convertirse en un referente de la narrativa salvadoreña contemporánea.

Finalmente, tengamos claro que al leer “Esqueleto sin cabida”, leemos la vida del salvadoreño: tan llena de tragedias, pero también de magia; tan llena de dolor, pero también de esperanza; tan llena de oscuridad, pero también de luz. Los personajes de su libro son entrañables y queremos el bien para ellos porque Gabriel Velásquez los ha construido tan como nosotros.

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Javier Iraheta