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Cruces en el camino

Cruces en el camino

Cada 2 de noviembre los pobladores de El Salvador se abocan a los cementerios a engalanar la tumbas de sus familiares. Flores y otros adornos decoran los camposantos en el Día de los Fieles Difuntos. Sin embargo, también en las calles se observan cruces, las cuales, de igual forma son decoradas como símbolo del recuerdo de aquellos que no volvieron a casa.

En San Luis La Herradura hubo una cruz ubicada en la entrada de uno de los callejones, desde pequeño me preguntaba que hacía allí, hasta que mi padre me contó la historia de un accidente con una granada en tiempos de la guerra que provocó la muerte de un joven, justamente en ese lugar. Por eso, se colocó dicha cruz. Para mi sorpresa este año ya no estaba allí, pero fue mucho el tiempo en que como testigo de los transeúntes se posó a la orilla de la calle del cantón El Llano.

Más adelante, en la misma calle, aun permanecen tres cruces de unas personas que fallecieron montando una estructura para una fiesta bailable, allí están las tres figuras religiosas recordando el fatídico día y el lugar donde partieron de esta vida.

Es interesante como en nuestro país también se le guarda un especial respeto y atención a esos lugares donde sucedieron tragedias que arrebataron la vida de amigos o familiares. Por esa razón, en lugares como las carreteras se pueden apreciar las cruces que nos avisan que allí seguramente hubo un accidente de tránsito que le arrebató la vida a alguien.

Más cautivador es el hecho de que los familiares no dejan abandonadas esas cruces, por el contrario, también son visitadas y reciben sus tradicionales flores y hasta ofrendas especiales.

Estas cruces en los calles no son exclusivos de los accidentes de tránsito, también conmemoran fallecimientos por otras razones como asesinatos, decesos esporádicos o accidentes trágicos. Colocar estos símbolos religiosos significa el recordatorio del sufrimiento por la pérdida de familias o comunidades ante la muerte en un lugar específico.

Estos brazos extendidos en el camino son el símbolo de la memoria de los seres queridos, y un homenaje religioso y cultural sobre la pérdida. También, en un país como el nuestro, nos recuerda la violencia y conflictos que han marcado a El Salvador.

A lo largo de las calles se ven todo tipo de cruces, algunas muy antiguas y corroídas, otras recientes, algunas descuidadas, otras muy decoradas y preservadas… pero, todas son símbolo del punto final de una vida en esta tierra.

Es indudable que estas cruces, son un símbolo religioso que representa la fe y la esperanza de la resurrección. Cuando se coloca una cruz donde una persona ha fallecido, los familiares pretenden dar un homenaje a la vida en el punto donde se terminó, pero, al mismo tiempo, confirman su fe en una nueva vida.

Por otra parte, puede considerarse que el marcar el lugar del fallecimiento, es un acto de súplica por el descanso del alma de los individuos que no esperaban la muerte de una manera tan repentina. Es decir, no hubo una enfermedad o la misma edad que anunciara el inminente deceso. Por el contrario, fueron muertes inesperadas o hasta violentas.

También, existen creencias populares sobre la necesidad de colocar la cruz, pues son vidas que no lograron llegar al destino propuesto, en ese sentido, son almas que deambulan perdidas. La cruz les ayuda a entender que su paso por esta vida ha finalizado.

Sea cual sea la razón por la que las personas colocan las cruces; es tanto el nivel de respeto por los fallecidos, que muchas personas hacen grandes recorridos por todo el país para llegar hasta ese punto exacto donde la muerte les arrebató a su amigo o familiar. Estas personas no ven como impedimento movilizarse para rendir el debido tributo a sus fallecidos.

Cuando viajamos y vemos estas cruces, entendemos que la muerte puede ser imprevista; podemos pensar cuantas historias y tragedias se condensan en ellas. Mucho más por reflexionar cada dos de noviembre, pues son vidas que no han sido olvidadas. También, como sus compañeras en los cementerios, reciben su digno toque de pintura y sus flores de temporada.

Al observar cada año estas cruces decoradas por calles, caminos, aceras, callejones… recordamos la devoción del pueblo salvadoreño sobre esa relación con la vida más allá de la muerte. Es el reflejo de la memoria que se guarda por los seres queridos que sin previo aviso nos abandonaron.

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Javier Iraheta