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“La roca traslúcida del hechicero” de Luis Alvarenga

“La roca traslúcida del hechicero” de Luis Alvarenga

Por: Álvaro Darío Lara

He disfrutado mucho, y en honor a la verdad debo decir también que, me ha impresionado, hondamente, la última publicación del poeta Luis Alvarenga (1969) titulada “La roca traslúcida del hechicero”, un extraño regalo de misterio y un reto, un desafío a la facultad imaginativa y sensitiva del lector.

El texto, un poemario breve en su contenido, consta, en total, de diez poemas. Incluido un apartado de cuatro estaciones, que da pie al título del texto. Y un penúltimo y fortísimo poema, de gran calado técnico y conceptual, nominado “Absenta”.

“La roca traslúcida del hechicero” me ha recordado lo formulado por el semiólogo y escritor italiano Umberto Eco (1932-2016), en sus estudios propuestos en dos de sus muy conocidos volúmenes: “La definición del arte” y, sobre todo, en “La obra abierta”, en el sentido de que, el texto literario, y en general la obra de arte, se nos presenta como un universo descercado a una pluralidad de significaciones, a una polivalencia, que no se agota nunca en un supuesto carácter unívoco; y donde poco, muy poco, participa aun la intencionalidad de su creador.

La obra, el texto literario, se convierte en un ente autónomo, cuya descodificación es una tarea que nunca finaliza por parte de los intérpretes del presente o del futuro. La obra literaria como el constructo trascendente, polifónico, completamente ajeno a la tradicional concepción de la única descodificación posible, capaz de desentrañar el significado correcto, enseñado por la antigua preceptiva literaria.

En otro sentido, para Eco esa propuesta de la obra de arte contemporánea, como aparente universo de ambigüedad y de desorden, no es tal. Eso que se nos muestra en el tramado de lo patente, posee una riqueza en el plano de lo latente. Si esto es así, toda obra auténtica es esencialmente metafórica, coherente en su carácter de ser, ante todo, una recreación artística de la realidad.

Los poemas de Luis Alvarenga, mejor, su poética expresada en “La roca traslúcida del hechicero” nos revela un mundo, que, en el decir de Borges, para el caso de su propia experiencia creadora, traza un arco desde su primer libro hasta sus antologías definitivas. Ese mundo siempre estuvo ahí, en sus propensiones, en sus símbolos, en sus imágenes, en todo el subtexto que luego, tratándose de los poetas, se formaliza en los poemas.

Esta referencia borgeana se aplica perfectamente en el análisis de “La roca traslúcida del hechicero”. Desde sus primeros libros, y particularmente, en el texto de Luis Alvarenga que antecede a “La roca traslúcida del hechicero”, esto es “Rota, la música que la abrigaba” (DPI, Ministerio de Cultura, El Salvador, 2019), el poeta viene acentuando esa tendencia surrealista, existencial, de supuesto hermetismo, que evidencia su inconfundible voz, amatoria, íntima, desgarradora.

Estilísticamente es una poesía que oscila entre lo culto y la incorporación del discurso coloquial, popular, y en ocasiones, procaz, pero no gratuito; al contrario, articulado con maestría, logrando el efecto connotativo, reivindicando las zonas marginadas del idioma y desacralizando de esta manera, la concepción idealizada, preciosista que sobre la poesía se ha arrastrado históricamente.

Por ello, para ejemplificar las afirmaciones anteriores, citamos un fragmento de uno de sus mejores poemas “Absenta”, donde el recurso de la reiteración es utilizado magistralmente, veamos: “Puto, en el sentido salvadoreño, / me sentenció la vieja puta/ al ritmo de sus diez azotes. / Puto el amor y su labor/de rodillas sangradas/ y su conjugación lacerada. /Puta la mierda poesía que hoy nos reúne / a nosotros, a ti y a mí, / a cualquier insignificancia en el cosmos, /llenadores de antologías/ o espacios vacíos de sus cuencas. /Puto el poema y su mundo de sifilítico ciego. /Putas sus manos llagadas que me reconfortan. /Puto su beso purulento/ en el que me refugio llorando cuando no puedo más. /Puto amor de delicadas voces que sólo pueden salir/ de mi alma prostituida/como ángeles de porcelana/que salen de las fauces del polvillo”.

Recurso reiterativo que alcanza otra cima de gran dominio formal, en su poema: “La mujer, el planeta, el árbol” con el uso del vocablo “misión”, que se sitúa como una figura retórica que nos dirige hacia la significación de lo fatal.

En su poema “Edad tardía”, Alvarenga se regodea en las comparaciones inusitadas, en los símiles surreales, en el absurdo, en la subversión hacia la lógica normal del lenguaje. Verbigracia: “La vieja nave espacial/ es como el cadáver gravísimo de una ballena en la playa. / Tus ojos son como lunas muertas, / pero nada te detiene/ para llegar al recuento de las gaviotas que ahogaste con absenta”.

Retornando a “Absenta”, el poeta alude a elementos de la historia y de la cultura de la contemporaneidad que alterna con una voz popular, citamos : “Por lo demás, me nutro con las cartas/ que paso por el fuego,/ o por las cartas tatuadas en el corazón./ Asalto la sangre roja de sus letras,/ me enmariguano lo mejor posible con los sellos postales/ que traen una modelo Halston de tiempos de Somoza,/ o enturbio mi sangre/ con las postimágenes del escudo de la DDR/ y de los chuchos soviéticos/ muertos en la órbita espacial de mis oídos/ por eso tropiezo tanto/ y se me caen los sputniks de las manos, por eso/ doy palos de ciego en los albores del siglo XXI”.

Es la confesión, con violentas y certeras imágenes metafóricas, que traducen, lo que el poeta y novelista austríaco Rainer Maria Rilke (1875-1926) ilustró acerca de la insoslayable vocación y apasionada fuerza creadora del poeta, vuelvo a “Absenta”: “No deja de ladrar esta perra, / es decir, mi mano no deja de escribir poemas”. Sin embargo, es pertinente recordar que, el yo-poeta, objetivamente identificado, que trabaja con diversos materiales intelectivos y sensitivos, no siempre se corresponde con el sujeto-poético, dicho en otras palabras, con el personaje y su circunstancia, manifestado en el poema. Y es que el poeta no sólo parte de sí mismo, sino que se apropia de la vivencia del otro, de los otros.

Este es un libro de círculos concéntricos, en intenso y dramático descenso al pozo donde corre el agua sagrada de nosotros mismos, del que escribe y del que lee. Y quizás no encontremos escenarios tan claros y felices, sino amargas ironías, paradojas. Así, leemos en “Absenta”: “Con los que me han querellado/ haré ramilletes de cenizas/ y me pararé a la par de los que venden, de los que pierden o limpian carros/ con esponjas llenas de vinagre. / Muéranse de envidia”.

No hay posibilidad para el obsesivo buscador, para el hechicero, de encontrar el tesoro, la piedra filosofal, el talismán que nos asegure el ansiado paraíso:  la mujer amada, la utopía de Tomás Moro, la muerte de la imbecilidad. Lo cierto es que, el rayo de luz se resiste a los efímeros, la roca lo aprisiona para las manos y los ojos de los profanos. Es Odiseo retenido una y mil veces en su deseo de tocar las doradas playas de Ítaca, es lo anhelado, soñado cercano; pero imposible, distante, siempre distante: “Algún día saldrá a reírse, a convocar un río de risas/ para ahogarse en él y verse libre por fin del olor de asilo de idiotas de esta tierra. / Pero no es hoy”. (“La roca traslúcida del hechicero”, poema II).

Debido a esto, el sujeto-poético, tiene que forjarse su propia luz, inventarla. Veamos: “Tomó las brocas y las lágrimas taladrantes/ y talló la forma de un rayo de luz/ en este cuerpo núbil que en este momento se le entrega”. (“La roca traslúcida”, poema IV).

Queda en este libro el vivo testimonio de la extraordinaria capacidad de la poesía, para convertirse en el verdadero rayo de luz interno, que proyecta su portentosa luminosidad, recordándonos desde el dolor y la desdicha del mundo del allá y del acá, el valor supremo de la palabra que todo lo redime que todo lo consuela; y que, además, de cuando en cuando, como en estos versos, trasciende la infeliz luna de las horas, por más que los horrorosos monstruos nos espíen desde todas las escotillas del mundo, parafraseando libremente al poeta Luis Alvarenga, felicidades a él, y la gratitud de todos nosotros, a Proyecto Editorial La Chifurnia, por colocarlo en nuestras manos.

* Palabras del autor en la presentación del libro “La roca traslúcida del hechicero” del poeta Luis Alvarenga. Centro Cultural Cabezas de Jaguar, 26 de octubre de 2024.

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Javier Iraheta