Lluvia, montaña y poesía de Renzo Castro
Los primeros pasos de un escritor al publicar son una etapa de gran trascendencia, en tanto que, se sientan las bases del camino como autor y deja entrever la voz propia del autor. Así, la primera publicación es el punto de partida para un verdadero amante de las letras que desea perfeccionar su andar literario. Renzo es un poeta novel cuyo inicio literario augura un futuro prometedor.
Castro es originario de Morazán, nacido en el año 2001. Es estudiante de Letras en la Universidad de El Salvador, además, pertenece al Taller Literario Zarza de San Miguel. Su rol en el campo de la literatura junto a otros jóvenes de su generación es sumamente vital pues sus aportes literarios ponen su zona geográfica en el foco de atención.
«Cadáver de pájaro» es el título de la publicación con la que Renzo Castro se da a conocer en el campo de la producción literaria salvadoreña. Gracias a S&R Editores, como parte del tiraje de textos que lleva por nombre «Primera Matrícula», Castro presenta su obra que consta de trece poemas suficientes para caracterizar su tono y calidad.
De manera general su poesía está anclada a la tierra y a la ancestralidad; estos elementos se van mezclando con la vida diaria y los sentimientos profundo del poeta. Veamos algunos casos puntualizando sus temáticas y tratamiento estilístico.
La fuerte identificación con la herencia ancestral se nota certeramente cuando dice: «Somos hijos del maíz, / hijos de la tierra / porque me lo dijeron en los sueños/ nuestros antepasados,/ nuestros abuelos y abuelas.» (Hijos del maíz), como notarán hay una clara muestra de rescatar la identidad indígena y el orgullo por las raíces culturales, que en el caso salvadoreño, está vinculado al maíz.
El poema «Hijos del maíz» es una declaración poética sobre la identidad, donde los términos como «abuelos, grano sagrado o padre sol» se emplean para fortalecer el hilo argumentativo de pertenencia.
Además, el uso de las imágenes sobre el mundo físico y la descripción de la campiña salvadoreña son frecuente en sus versos. Por ejemplo dice:
«Lejanas montañas las que cruzo descalzo, / cuando al cielo la voz resucita, / no queda más que tierra desgarrada y sangre marchita./ ¡Vuelve, vuelve, vuelve! / Mientras esplendoroso/ el padre sol calienta al pueblo» (Efímeros de un sueño), como podrá observarse implícitamente sus versos son nostálgicos, elemento tan propio ante la expropiación, la invasión y la pérdida.
Esa cosmovisión indígena se plasma en la relación de una sola entidad del poeta con el entorno natural, por eso, el poeta expresa: «Camino inexpertamente por la vida, / veo el profundo mensaje del horizonte / en el suelo, me abraza la suave hierba / y de ella se desprende un enjambre / luminoso de luciérnagas.» (La palabra desconocida)
Constantemente el autor se coloca con y en la naturaleza, experimentando las sensaciones provocadas por el ambiente. Por ello, cruza descalzo, ve el horizonte, siente el frío, escucha los pájaros… Esa experiencia con el medio denota espiritualidad pero con la tierra y el entorno, como cuando con sus palabras manifiesta:
«Despertando van las estrellas/ y de algún balcón incierto,/ tú al igual que yo,/ las observas./ Miramos y callamos,/ callamos y morimos.» (Lejanía)
«Había olvidado mi nombre/ ¿Acaso este es el sentir de un pájaro/ cuando es derribado?/ Ya la sangre no habita en mis venas,/ Mis carnes descienden hasta la profundidad,/ Mis huesos húmedos yacen sobre el suelo.» (Llegada a Xibalbá)
Por otra parte, esta afinidad con la naturaleza dota su poesía de cierto romanticismo enigmático en versos como: «Ahora que he pronunciado todos los nombres del caos,/ Te miro desde un espejo roto como se mira un muerto, / Te podría decir todas las palabras del mundo/ Y no reconocerías mi voz porque será la de un desconocido.» (Toque de queda)
Analizando su voz poética, se comprueba que Castro construye un yo literario cuyos sentimientos se entrelazan con el entorno natural. Sirva para comprender dicha premisa, el siguiente ejemplo: «Escucho un pájaro mientras escribo este poema,/ tengo frío al recordar pasajes de mi infancia lejana/ cuando miré, por primera vez,/ un pájaro muerto en mis manos.» (Adónde van los pájaros)
También, el pasado es añorado o remembrado por esa voz poética entre las flores, montañas y ríos; bajo la lluvia o en la noche fría. En los versos del poema «En la madrugada» expresa la pérdida de la inocencia y el cambio en el tiempo que se añora. Dice: «Este pensamiento inconcluso/ pasea por los pasillos sombríos/ de una infancia lejana/ cuando aún entendía el vocabulario/ de los pájaros.»
Caso similar es el siguiente texto donde el deseo de superar las heridas del pasado se hace presente por medio de los siguientes versos: «…he sobrevivido a la jornada del rencor/ al papeleo de las incertidumbres/ que hoy es la costumbre/ de este cuerpo que busca/ en otros lugares,/ en otras manos,/ el reposo.» (Taciturno)
Lo cierto es que el uso de «pájaros» es propio de la simbología de libertad, ascensión e inmortalidad tan emparentadas con el medio físico. Y la poesía de Castro es naturaleza pura en una sola amalgama con los sentimientos de su yo lírico. Leer la primera muestra poética de Renzo es ingresar a campos y montañas, que como símbolos poderosos, nos transmiten la nostalgia.
Si bien, hay ciertos versos con dificultad en la musicalidad de sus primeras muestras; es más que claro que la voz poética existe y que está emergiendo prometedoramente. El esfuerzo y la dedicación en Renzo Castro nos brindará un exponente literario necesario para el relevo generacional.
Ojalá en el andar de Renzo no se pierda tan fácilmente ese apego por la naturaleza, el entorno ancestral y su aleación con los sentimientos; ya que en ocasiones este tipo de poesía puede recurrir a ciertos símbolos huecos, que en lugar de enaltecer esa sensación de lo originario, oculta la visión vinculante a la tierra. Renzo ha encontrado un buen camino y sus pies descalzos sí están sobre el suelo. Que no tema empolvarse, encharcarse o enlodarse, pues tiene vocación poética y no debe perderse ni desperdiciarse.