Sobre El jardín desflorado de Carlos Anchetta
Autor: Antonio Teshcal Malpais | El Salvador *
La colección de relatos titulada El jardín desflorado es el libro con el cual el escritor quezalteco Carlos Anchetta ganó, en la rama de narrativa, el XI Certamen Literario Ipso Facto 2021, el cual está dirigido a escritores entre los 18 y 40 años de edad, oriundos y residentes en Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua. Dicho certamen es promovido por la Editorial EquiZZero, una editorial independiente que, al igual que Papalotl Editores, Celdas Ediciones, Índice Libertario, Agüero Editores, por mencionar solo algunas de nuestro país, en los últimos años se han sumado al reto de publicar a escritores jóvenes, emergentes, o poco conocidos, a pesar de las desavenencias económicas que esto implica en un país como el nuestro.
Carlos Anchetta, al igual que muchos escritores de nuestra generación, lleva años trabajando su obra, lo que le ha valido reconocimiento en nuestro entorno literario. En aproximadamente una década ha publicado alrededor de una decena de títulos de narrativa que incluyen relatos y novelas. Su obra está respaldada por varios premios, entre ellos nacionales, centroamericano como el obtenido por el libro que hoy nos ocupa, y recientemente dos premios hispanoamericanos. Carlos, además, ha incursionado en el guion cinematográfico, oficio del cual también tiene un premio por parte de la Escuela de Comunicaciones Mónica Herrera. Muestra de ese talento puede apreciarse en los cortos que ha producido de manera independiente. Porque aquí, tanto la producción y promoción del arte, está protagonizada por esfuerzos independientes y personales de los mismos artistas que hacen resistencia desde su pasión y trabajo.
Esta nueva publicación de Carlos, El jardín desflorado, es una obra compuesta por diez relatos, todos escritos desde voces femeninas en primera persona, y que a la vez son personajes dentro de las historias. Algunos están narrados en forma de carta. En ellos hay temas recurrentes y actuales de nuestra realidad cotidiana. Las redes sociales es uno de los protagonistas más visibles del libro, también encontramos la televisión, religión, diversidad de género, prostitución, elementos de subcultura o contracultura; también aparecen el machismo, intolerancia, abuso, acoso escolar y cibernético, migración, crimen e impunidad. Por supuesto que también está presente el amor, porque a pesar de todo es el amor lo único que nos mantiene en pie, y como tal no podía faltar en la obra.
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Los relatos titulados Follow, La chica de las noticias, y El instagram de Marilyn Monroe, exponen la supremacía de las redes sociales dentro de un mundo que confunde el valor de los individuos con la visibilidad de ellos en el espacio cibernético, donde la mayoría de las veces las personas, cuanto más superficial se expongan, obtienen mayor reconocimiento público. Prueba de ello es que en nuestra sociedad los personajes de dominio popular difícilmente pertenecen al mundo académico, cultural o artístico, sino que se reduce a personajes dedicados a exponer su ignorancia o realizar trivialidades que son celebradas y objeto de burlas por parte de la gente, entrando en una dinámica que paradójicamente, lejos de demeritarlos y olvidarlos, solo multiplica su fama.
En Follow una pareja entra en discusión tomando como punto de inflexión la cantidad de seguidores que cada uno tiene en su red social, dando importancia a un asunto más de vanidad que otra cosa. La chica de las noticias aborda cómo el libertinaje de opinión pública en redes, y el acoso cibernético, se convierten en una batalla donde la intolerancia y la doble moral de la sociedad triunfan, siendo capaz de alienar a la gente al punto de la estupidez y el crimen. El instagram de Marilyn Monroe es una representación del esclavismo a las redes sociales donde, yendo más allá, la protagonista se sumerge tanto en ellas que no distingue la realidad de la ficción, y acaba siendo presa –depende de la interpretación que dé cada lector– del acoso de terceros o de su propia paranoia.
De igual manera las redes aparecen en otros relatos como Se llama Karen y El miembro expuesto. El primero muestra un caso de desaparición, como los que tristemente estamos acostumbrado a enterarnos, la narración se trata de un mensaje puesto en el muro de la red social de alguien. Aclara ciertos hechos y finalmente pide ayuda para encontrar a la desaparecida, un recurso del que ahora nuestra sociedad comúnmente echa mano ante el retraso o inoperancia de nuestro sistema de seguridad. El segundo revela un manual de abuso utilizado por los depredadores sexuales, el cual se hace público en redes con el fin de alertar a posibles víctimas.
Como bien retratan estos relatos, así como las redes sociales son utilizadas para el daño también existen iniciativas de buenas intenciones. Y es que las redes sociales son actualmente el mejor reflejo de nuestras ideologías o falta de ellas, y retrata fielmente nuestras contradicciones como una sociedad débil de utopías y controlada por los mercados. Pues no es extraño ver como luego de ir a la marcha del 30 de julio publiquemos fotografías paseando en un centro comercial, aún vestidos con la camiseta conmemorativa. Que las personas que diariamente denuncian el capitalismo y el consumismo también hagan reseñas de contenido que se trasmite exclusivamente en plataformas multimedia, al cual solo se accede pagando mensualmente una membresía. Y así también, aquellos que más se pronuncian por el próximo apocalipsis socioeconómico de nuestro país, son los que tienen el lujo irrenunciable de viajar al extranjero en cada vacación o de fin de semana.
El relato Cenizas, escrito como carta, trata sobre el desacuerdo de la protagonista con la práctica de la cremación, pues está en conflicto con sus valores cristiano-católicos. Más allá de las discrepancias que naturalmente existen entre credos y sus costumbres, el verdadero protagonista del relato es el fanatismo recalcitrante, que, como sabemos, desconoce el diálogo y solo se ocupa por imponer sus reglas sin ninguna razón de por medio. Si bien el fanatismo religioso aquí se utiliza como instrumento literario, el autor hubiera logrado una exposición similar si hubiera optado por el campo político, o el deportivo, que es igualmente absurdo, aún más cuando no ventila equipos nacionales.
El jardín desflorado –relato que da título al libro– y Accidentes laborales se centran en el tema de la prostitución. Al tratar estos temas es inevitable no acercarse a otros como la pobreza, el machismo, el abuso familiar y sexual, y también el amor. Ambas historias, protagonizadas por una mujer, signada ya a ciertos golpes por nacer en un país latinoamericano, expone a lo largo de su discurso un particular planteamiento de amor y lucha, a la vez que revela la dinámica del bajo mundo y el oficio, los problemas personales y los prejuicios de los que son víctima, no solo de la sociedad en general, sino de su familia y la pareja.
Relatos como Sara y Cachiporra tienen más un tono juvenil al estar protagonizadas por jóvenes escolares que lidian con problemas como el acoso escolar, la idea del suicidio, y la incomprensión de padres religiosos y retrógrados. En estas dos narraciones también aparece de reojo el tema de la migración.
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Como las demás artes, la literatura expone, desde la ficción, la realidad y sus contrastes. Ningún escritor –como sujeto de la sociedad– escapa de hacerlo, por muy hermética que nos pueda parecer su obra, por distante que suene su verbo, o por muy ausentes que estén en su léxico ciertas frases de cajón o de moda coyuntural, lo cual muchas veces resulta algo más estilístico que una decisión política. Ningún artista puede crear abstraído de su entorno, y menos en un país como el nuestro, históricamente tan violento social y económicamente, tan despojado de esperanzas nuevas, tan obeso de gran mercado, y tan hambriento de hedonismo.
Exponer esta realidad de forma efectiva en una obra, sucederá en la medida que el espejo que nos ofrece el autor nos resulte asequible, al punto de vernos a nosotros y a los demás. Lo que cada quien haga con ese espejo: aprender o desaprender, reflexionar o ignorarlo, es problema personal.
El jardín desflorado hace bastante bien esta función de representar ciertas caras de nuestra realidad de país. Las historias y sus conflictos no nos resultan ajenas, cualquiera de nosotros cabe como protagonista. Su lectura resulta amena sin que eso implique dejar de lado el trato directo de los temas, tan superficiales en algunos ángulos así como crudos en otros, pero igualmente presentes en el diario vivir y morir. Muchas veces el lenguaje utilizado podría sonarnos ofensivo, a no ser porque nuestra sociedad lo es aún más. Puede que en las piezas algunos pasajes nos parezcan irrelevantes a la vértebra narrativa que trata, a veces excesivo en la dicción y el alargamiento de llegar a los hechos. Pero así somos desde las perspectiva popular, y quizá a eso se deba el reconocimiento de esta obra, y el gusto que los lectores encuentren en ella una vez que se adentren en sus páginas.