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Ubaldo Perdomo, bailar para vivir y vivir para bailar.

Ubaldo Perdomo, bailar para vivir y vivir para bailar.

Entrevista realizada por: Yessenia Aguilar y Ana González.

William Ubaldo Flores Perdomo, actualmente, cumple uno de sus sueños: vivir de la danza. Cada día, intenta crecer un poco más en esta disciplina artística. «Uba», como es conocido por sus amigos, se encuentra en el nivel 2-3 de ballet hombres y cursa el cuarto grado de danza folklórica en la Escuela Nacional de Danza «Morena Celarié» (END). Además, se desempeña laboralmente en el Ballet Folklórico Nacional, dependencia del Ministerio de Cultura de El Salvador.

Sin embargo, para lograr hoy disfrutar de la danza, ha tenido que luchar en una carrera que requiere de grandes sacrificios, comenta que no ha sido fácil . Hace años, decidió dejar todo su estilo de vida y asumir el reto de dedicarse de lleno a la danza.

¿A qué edad empezaste con el deseo de bailar?

No recuerdo si fue a los 3 o 4 años, pero yo escuchaba música, y mis padres tienen una fotografía de mi donde yo agarraba un lápiz y yo me ponía a moverme al compas de la música, entonces mis papás dijeron: «este niño trae para ser bailarín», pero nunca se imaginaron que era lo que de verdad quería ser.

Cuando fui creciendo se hacían presentaciones en la escuela, yo era muy tímido, no participaba y siempre estaba escondido. Pero un día me atreví  y la primera vez que recibí una ovación del  público y recibí esos aplausos yo dije: «Esto quiero por siempre».

¿A qué edad inició tu formación en la Escuela de Danza «Morena Celarié» (END)?

Aquí en la escuela empece en 2015 en cursos libres, cuando tenía 26 años. Yo pensaba que por ser adulto no podía estudiar acá. Aunque claro, tuve que hacer unas pruebas para ingresar. Yo entré en clases regulares después, ha sido muy complicado porque debo acoplarme a los más pequeños que yo, pero la constancia del trabajo duro es lo que ayuda a que se pueda.

En la END se aprende de los mejores. Estoy aprendiendo, desde entonces, de los maestros más fuertes en cuanto a folklore, estoy aprendiendo de Carlos Mena y el maestro Marcial Gudiel quien inicio el proceso de formación de danza folclórica en el país. En ballet, de la maestra Laura, la maestra Xochitl y otros.

¿Ya habías estado en otra escuela o recibido otra formación?

Precisamente en 2009 se me hace el traslado de la Universidad de El Salvador en San Miguel a la sede de San Salvador, entonces tuve la oportunidad de ingresar al taller de danza contemporánea de la UES, bajo la dirección del maestro Julio Mejía. Gracias a él empecé a conocer el trabajo de danza.

También, entré a un grupo en Ciudad Delgado que se llamaba en ese entonces «Hot Dance», ahora se llama «Estudio 82». Allí aprendí géneros populares, entonces la combinación de los dos me ayudó a llegar a escenarios.

Pero, el problema era que mi familia estaba en contra de esa formación, para ellos primero tenía que terminar la universidad y después ser un bailarín. Fue una etapa dura, lamentablemente me tuve que regresar a San Miguel.

¿Cómo fue esa etapa en que regresaste a San Miguel?

En aquel tiempo también vivía solo acá, como ahora, pero tuve problemas, mi pecado era ser joven en ese tiempo. Entonces, me tuve que regresar para San Miguel. Me sentí muy mal porque tuve que abandonar lo que ya había empezado a aprender sobre danza.

Estando en San Miguel se me ocurrió abrir un pequeño estudio con la intención de que más jóvenes con el mismo sueño que yo de ser bailarines, y que no tuvieran que sacrificar tanto, porque lo más sacrificado que experimento es dejar a la familia. Yo no soy como la mayoría de mis compañeros que tienen a sus papás acá, mi familia vive lejos.

Bueno, abrí una pequeña escuela en la que les transmití los pocos conocimientos que aprendí en la primera etapa acá en San Salvador. Eran cerca de 6 personas y ahora ellos continúan buscando, al igual que yo, su sueño en la danza.

Me alegra saber que contribuí con ellos porque allá de donde soy se pensaba que la danza era solo lo que veíamos por televisión, algo inalcanzable y que jamás podríamos llegar a eso y yo he sido uno de lo pocos que ha roto ese esquema porque he querido buscar mi formación en danza.

Entonces, ingresé también a la Universidad Gerardo Barrios como estudiante de comunicaciones. Pero, también pude fungir en esta institución como maestro de artes escénicas, danza folklórica y de danzas populares. Curiosamente así le demostré a mi familia que con la danza podía vivir. Empecé a viajar sólo los sábados a la Escuela de Danza para formarme en cursos libres.

¿Cómo fue que decidiste regresar a San Salvador?

Yo me sentía mal porque decían que ya no tenía futuro dentro de la danza y que hasta allí llegaba mi participación. Hasta que el maestro Erick González, que era el jefe de cátedra de danza contemporánea de la END en ese entonces, me dijo: «Aun no es tiempo para decir voy a colgar los zapatos y ya no voy a bailar.» Entonces, me armé de valor y otra vez me vine para San Salvador.

De nuevo estoy  viviendo solo, los estudios universitarios los tuve que cortar porque estoy enfocado en formarme como bailarín. Entonces para poder sacar todo tengo que sacrificar algo más aparte de mi familia, esta vez me tocó sacrificar mis estudios universitarios dejarlos un poquito de lado.

La verdad es pesado, la verdad que las clases son pesadas pero me siento bien porque estoy estudiando por fin lo que yo quiero y ahora mi familia está apoyándome. Ellos ahora ya ven la danza como una carrera, no la ven como un hobbie que yo tenía.

Sino que hoy dicen «mi hijo es un bailarín, mi hijo tiene el alma de un bailarín, eso es lo que él quiere ser y lo apoyo»,  aunque antes era muy complicado porque no solo en la familia nuclear sino que en la familia completa pensaba «Huy no, pero es que de eso no va a vivir.»

¿Qué otros comentarios negativos escuchaste?

Muchos, sobre estereotipos feos que se tienen, incluso acá la mayoría de estudiantes que hay son niñas, son mujeres también. La misma idea que tenemos entre la población desacredita el trabajo de esos futuros bailarines porque les hacen creer que su orientación sexual va a cambiar o que no van a conseguir un buen futuro, cuando nosotros de verdad creemos que si trabajamos muy duro podemos bailar en las mejores compañías nacionales y extranjeras.

Muchos creen que el bailarín es un don nadie, un vago, como lo tenían mis papás antes, «a este le gusta bailar y ya», pero los que de verdad vienen y estudian,  que tienen que pasar de 6 a 8 años  o más estudiando para salir graduado; yo creo que dentro de sus conocimientos tiene la misma validez que cualquier carrera universitaria porque no solo tenemos que aprender a pararnos en un escenario sino que hay que estudiar historia de la danza, anatomía, ejecuciones de materias de física y hasta matemáticas.

Estamos conscientes que esta es una profesión de alto riesgo donde una lesión nos puede dejar  inmóviles o incluso nos puede determinar la vida del baile, pero es lo que nos apasiona y creemos que es por eso  que se debe respetar .

¿Qué ha sido lo más difícil para ti como artista en formación?

Las cosas más difíciles que tenemos nosotros son que la gente no nos entiende y nos ven como antisociales. por ejemplo nuestro círculo de amigos se reduce, nuestra familia nos da la espalda a veces porque también hay momentos  en la familia o los amigos como reuniones, salidas, fiestas, cumpleaños, nunca estamos. Viene el día de la madre y tenemos ensayo o tenemos clases, es el cumpleaños de mi hermano pero tengo ensayo, la fiesta de compañeros o de amigos pero tenemos ensayo, incluso tenemos problemas hasta con nuestras relaciones  de pareja que a veces nos exigen tiempo y para nosotros el ensayo está primero.

Le damos más prioridad a nuestro ensayo, pero es porque el que de verdad quiere ser artista tiene metido en la cabeza que el ensayo está primero.

Creo que lo más difícil es alejarte de tus seres queridos, por cumplir algo que tu quieres.

¿Crees qué vale la pena tantos sacrificios?

Yo me siento feliz, porque aunque estoy sacrificando mucho; me siento feliz es estar acá, estoy cumpliendo por fin lo que yo siempre quise, todos los días paso haciendo algo que de verdad me gusta, como le dije a mis padres «yo no quiero un trabajo donde voy a estar encerrado en un cubículo, detrás de un escritorio y ahí voy a morirme».

A veces las complicaciones de salud son fuertes, y una vez estuve a punto de desistir y ya no querer bailar. Pero alguien me dijo: «Si de verdad amas la danza creo que me vas a entender ¿Qué sería mejor  para ti? ¿Estar enfermo tirado en tu cama, o si te llegas a morir morirte en un escenario?». Él me dijo que es mejor mil veces morirse en el escenario, morirse en lo que de verdad se ama.

Y si lo veo como un trabajo, yo no le veo la gracia estarme matando tantos años para estar sentado detrás de un escritorio, al menos yo me siento feliz en un escenario, me siento feliz con las luces encima, viendo a la gente cuando yo estoy bailando, que les estoy transmitiendo algo, a veces no sólo estás transmitiendo una enseñanza cultural, sino que le estás dando parte de tu energía.

¿Te has desanimado en este proceso de formación en danza?

A veces me siento incomodo porque yo sé que cuando yo me llegue a graduar no voy a tener las mismas condiciones que  los demás, no voy a tener el mismo nivel que ellos, posiblemente, porque ellos están aun mucho más jóvenes que yo.

Siento que tengo que hacer un doble o a veces un triple trabajo porque es como cualquier carrera. Reconozco que si me he desanimado un poquito antes, pero no pienso tirar la toalla.

¿Qué falta en formación en danza para el país?

Algo que si me gustaría señalar es que lastimosamente en el país sólo hay una escuela nacional de danza y yo conozco muchas personas, por ejemplo en la zona oriental, que tienen el mismo deseo que yo tuve, pero viven con el mismo problema que yo tuve, no pueden venir a San Salvador porque no viven acá y sus familias están allá.

Además, no tienen  ingresos para venirse a estudiar a la capital, entonces abandonan el arte y se dedican a otras áreas, a otras carreras y si las ejecutan pero al final también  se vuelven profesionales frustrados porque no están haciendo lo que de verdad quieren ser.

Yo tuve una estudiante que se le dificultaban para los estudios regulares pero para bailar era muy buena. Entonces comprendí que no todos venimos para estar detrás de un escritorio, los que ya traen para ser bailarines ya lo traen. Deben buscarse todas las opciones para apoyar los sueños artísticos.

¿Algún proyecto qué tú has pensado a largo plazo?

Aspiro a representar a nivel internacional el baile, algo que si quiero es llegar a bailar a un escenario enorme, y que digan ¿y de donde sos? y responder que soy de El Salvador. Decir: «Yo soy Ubaldo Perdomo, soy de El Salvador, soy bailarín y estudié en El Salvador.»

Quiero representar al gremio entero que hay acá de bailarines y también tal vez en un futuro pueda abrir una escuela cuando ya tenga una mejor formación, porque la que tenía antes era muy poca, ahora me siento un poco más apto aunque me falta mucho por aprender.

Un mensaje para todo los que aspiran a la danza como profesión.

Pueden ser tan buenos como quieran y llegar tan lejos como se lo propongan, fijen bien la mirada a lo que desean y no piensen en el tamaño del obstáculo sino en que con determinación, disciplina y constancia cada día se acercarán más a lo que tanto desean; y no importa si no lo logran a la primera, nunca hay que rendirse ni creer que no puedes.

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Javier Iraheta