Felices compras
Por: Diómedes de León (Economista)
En medio de todo lo bueno o lo malo que pueda existir en la temporada navideña y de fin de año, hay una realidad que pocos se detienen a cuestionar aunque todos somos conocedores de la misma, me refiero al aumento de la actividad comercial. Por muy mágico que nos parezcan estos días, nadie puede negar que en medio de todo existe un alto protagonismo de eso que damos en llamar mercado.
Después de todo desde hace ya unos años se da la bienvenida a la última parte del año con la inauguración de las tan famosas noches de compras, esto sin olvidar los días o semanas de preámbulos apodados como “Black Friday”. De éste se tienen tantas historias que contar, que van desde aquellos que duermen en las afueras de los centros comerciales para obtener artículos a precios en teoría de oferta, hasta los que en medio de la euforia han recurrido a acciones primitivas de competencia para sobreponerse a otros en la compra de un determinado bien.
Por si esto fuera poco, a medida se acercan los emblemáticos días de nochebuena y nochevieja la publicidad arrecia por todos lados, ahora inclusive echan mano de su aliado del siglo como lo es la internet. Los comercios de todo tipo seducen a los compradores a como dé lugar con descuentos de locura, precios de eterna liquidación y uno que otro artículo de temporada; llegado a este punto, lo anterior parece entonces la descripción perfecta de un mal que aqueja a la sociedad actual que podemos llamar cultura de consumo.
La cultura de consumo es hoy la máxima expresión de la sociedad actual; ahora bien, cabe aclarar que el consumo como tal no es malo, pero consumo y cultura de consumo son dos conceptos completamente diferentes. El primero hace referencia al acto de adquirir un bien o servicio para un fin determinado, mientras que el segundo abarca gasto y despilfarro como eje central del consumo, el cual corresponde fielmente al sistema económico imperante.
Si cuando hablamos de cultura de consumo se habla sobre el consumo excesivo e innecesario, cabría preguntarse qué tan afectados están nuestros hábitos de consumo por la cultura de consumo; basta con reflexionar lo que motiva la mayoría de nuestras compras para dar con la respuesta.
Desde una perspectiva económica clásica los consumidores contamos con una restricción presupuestaria, en otras palabras, todos los consumidores tenemos un nivel de ingresos establecido, esto es así dado que no puede existir el intercambio de bienes y servicios sin que haya dinero, en sus diferentes formas, para hacerlo, al menos no en el sistema capitalista.
El nivel de ingresos determinara entonces el limite de lo que cada individuo puede consumir, de aquí que éste debiera ser cuidadoso con su selección de bienes y servicios pues se entiende que no puede adquirirlos todos dada la limitante antes expuesta; el consumo entonces debiera responder a la satisfacción de las necesidades básicas primeramente. En la práctica este nivel de ingresos puede ser afectado por diversos factores, uno de ellos es el crédito, que sacrifica ingreso futuro por ingreso actual, dicho de otra forma consumo futuro por consumo actual. Lo anterior nos ayuda a comprender que esa cultura de consumo busca distorsionar la elección adecuada de bienes y servicios dado que no los podemos adquirir todos.
Primero, busca que en lugar de suplir necesidades reales, suplamos necesidades que no existen, por ejemplo, comprar un televisor nuevo cuando en casa existe uno que cumple cabalmente su función, o comprar un par de zapatos porque los diez pares que tengo ya pasaron de moda.
Segundo, esa cultura de consumo busca poner en crisis los ingresos futuros y por tanto la capacidad de suplir mis necesidades primarias a futuro, esto se da cuando adquirimos un bien o servicio cuyo precio supera nuestra capacidad de pago dado nuestro nivel de ingreso, por ejemplo cuando compramos un celular cuyo precio es tres veces nuestro salario, típicamente se recurrirá a un crédito que por varios meses reducirá nuestro nivel de ingresos coartando la capacidad de compra de otros bienes o servicios esenciales.
Tercero, además se pagará por otros productos como ese celular hasta dos veces más de su precio original por el tema del precio del dinero en el tiempo, es decir, los intereses derivados del crédito, cayendo así en un círculo vicioso de endeudamiento para suplir todas esas necesidades que en el presente no pueden ser satisfechas por la reducción de nuestro ingreso en un acto pasado.
Regresando entonces a lo significativo que debiera ser esta época, procuremos no ser víctimas de esta cultura de consumo que arde por estos días, recordando que lo material tiene su lugar, pero no lo es todo, disfrutemos al lado de familia y amigos, sacando el máximo provecho a los recursos económicos con que se cuentan, siguiendo los triviales consejos de hacer un presupuesto, no gastar más de lo que se tiene, cotizar precios, preferir mercados a supermercados, no comprar cosas innecesarias, destinar siempre un porcentaje al ahorro. Hoy si puedo decir felices compras.