El Libro del Carnero de Josué Andrés Moz

Por: Javier Iraheta.

Por mucho tiempo me he preguntado si surgirán nuevos escritores con una marcada conciencia de la realidad salvadoreña y que aborden desde lo más profundo del ser humano la crudeza del salvadoreño. Tenía mis dudas en cuanto a que, en las generaciones actuales, se levantaran este tipo de escritores, pero tras la presentación de dos obras publicadas por Editorial EquiZZero, las esperanzas renacen.
El pasado viernes 27 de agosto en La Ataraxia, Santa Tecla, se llevó a cabo la presentación de dos obras poéticas de la mencionada editorial, Caos de Óscar Ulises Fuentes y El Libro del Carnero de Andrés Moz. Ambos productos literarios son un claro reflejo de la poesía rebelde que emerge entre la juventud salvadoreña.
Ahora bien, en esta ocasión les comparto mi experiencia e impresiones sobre mi acercamiento al Libro del Carnero de Andrés Moz, en el cual el autor nos lleva por medio de fuertes símbolos, no sólo a la lectura, sino a vivir la violencia, la muerte, el “bajo mundo”, la depresión y otras extensiones de la realidad salvadoreña.
Moz utiliza un lenguaje certero que se perfila entre la crítica directa y la ironía. A medida nos adentramos en sus poemas se navega entre un lenguaje que nos golpea de frente “Nacimos para desaparecer” (Manicomio: monólogo acerca de la memoria) y de pronto nos acaricia con versos cargados de simpatía “ya mucho antes de tener manos, yo tocaba tu cuerpo” (Confesión del carnero).
A lo largo de su obra es recurrente encontrarnos con la muerte y la violencia, para los lectores de su obra nos es fácil sentir su espíritu de denuncia e indignación. La sangre y el dolor se reflejan en sus versos, haciendo que como lector diga: – Sé a que se refiere.
Comparto algunos de esos versos que manifiestan lo antes mencionado:
“No se preocupe, señor policía, /yo traigo mis propias bolsas negras/ para ahórrale el gasto / y las molestias.” (Mister Cop)
“Ninguna lengua detendrá la bala/ ninguna página calmará el hambre” (Contra los poetas: Ensayo acerca de la humildad)
“Putrefacta mi sangre buscando la tuya/ celebrando mi funeral/ antes de que nadie encuentre mi cuerpo, / antes de que todos lloren el tuyo.” (Krokodil)
Al leer sus versos se identifica un lenguaje pesado y crudo que traza la muerte, la sangre y el dolor como un retrato vivido; esto nos coloca frente a una poesía certera, realista y honesta. Quizá algunos lectores entrecerrarán los ojos ante la impresión de leer versos tan francos pero exquisitos en lírica y contexto.
He de rescatar además “la religión y Dios” como otro elemento muy marcado en El libro del Carnero, se presenta como una figura cómplice del caos social del poeta. Para ejemplificar dicho tratamiento sirvan los siguientes ejemplos:
“… del dios eternayamargamentedormido” y “tierno siempre dios/ tierno su brazo de plomo, su beso de alambre, / su lengua piadosa lamiendo orfandades.” (Krokodil)
“y nunca les bastó el cuerpo de Cristo entre las manos, / y no son sino los avemarías el perdón para la sombra, / para el animal hambriento, para el diente que rompe el nervio.” (Las viejas costumbres)
“Cristo observa todos los cuerpos caer / desde la azotea de su silencio” (Breve mensaje enrollado en la pata de una paloma)
De esa manera, Moz nos muestra una sociedad que inherentemente vive, suda y sangra la religión junto a su decadencia. Para mí, este sentir del poeta se condensa íntegramente en su poema titulado Definitiva carta al padre, que es un poema colmado de cierta solemnidad, pero con una fuerte carga de ironía y denuncia. He de mencionar que me ha fascinado leer cuando expone “con la paciencia que guardas ante tus hijos, / que sólo pueden verte desde el ojo de una bala”; no pude evitar pensar en esa frase coloquial tan arraigada en nosotros: “Dios así lo quiso”.
Ahora bien, con El Libro del Carnero, Moz se une a esos poetas que hablan de El Salvador desde el dolor y la angustia:
Oswaldo Escobar Velado escribió: “Esta es mi patria; 144 explotadores / y millones que mueren sin sangre en las entrañas / Esta es la realidad. / ¡Yo no la callo aunque me cueste el alma!” (Patria Exacta).
Por su parte Roque Dalton dice: “El problema es que hoy El Salvador / tiene como mil puya y cien mil desniveles / quinimil callos y algunas postemillas / cánceres cáscaras caspas shuquedades / llagas fracturas tembladeras tufos” (El Salvador Será).
Y Andrés Moz expresa: “Mi país tiene un nombre que no le pertenece / Unas piernas rotas para correr tras el amor…” (Krokodil).
Pues bien, ahondar en el terror salvadoreño, nos exige hablar de un hecho que marcó la historia de la violencia en El Salvador, Roque Dalton lo hizo cuando escribió “Todos nacimos medio muertos en 1932/ sobrevivimos, pero medio vivos/ cada uno con una cuenta de/ treinta mil muertos enteros que se puso a engordar/ sus intereses sus réditos/ y que hoy alcanza para untar de/ muerte a los que siguen/ naciendo medio muertos/ medio vivos.”
Entonces, Moz también asume su lugar como poeta comprometido cuando escribe, “Aquella bala de 1932 / tiene lugar en el pecho compartido de mis hijos” (Manicomio: monólogo acerca de la memoria). Con esto el autor termina de confirmar su postura ante la impunidad y la impotencia.
Resulta interesante que pese a ser poesía social de denuncia, Moz no se muestra como un espectador, por el contrario, se siente como vive el dolor, llegando a mostrarnos su «yo» interior en poemas como Valium donde nos abre la puerta de su habitación para conocer su psique, o Las viejas costumbres donde exterioriza su inconformidad frente a la realidad que nos han heredado.
Por otra parte, debo especificar que dentro de esta publicación de Andrés Moz se encuentra un poema que puede convertirse en un emblema contra la represión, por lo cual espero que esta composición no se pierda con el pasar de los años y sea explotado como se debe. Me refiero a Mister Cop, que es y será uno de los poemas representativos de la literatura de Josué Andrés Moz, donde fue capaz de establecer un diálogo directo contra la violencia “legitima” y ataca la apología a las fuerzas de represión, dejando en evidencia que «los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos» (El sistema – Eduardo Galeano).
Andrés Moz es un poeta que se burla de sus amigos poetas y de él mismo; esa cualidad lo aleja abismalmente de esos poetas de saco y corbata, pulcros y cultos. Pero lo magnifica como un poeta incomodo y crítico; le permite crear poesía de denuncia y compromiso social.
